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Coeficiente de adversidad

“Nuestra capacidad de enfrentar la adversidad se está viendo sometida a pruebas cada vez más exigentes”.

En el debate del sábado en Chota, los contendores se refirieron a la múltiple crisis que sufrimos. Ambos propusieron diagnósticos y recetas poco convincentes, por no decir absurdas e irrealizables. Pero lo que ninguno podía mencionar es que ellos dos son una de las principales causas de la angustia que nos impide dormir. A los innumerables padecimientos que nos somete esta pandemia (sigo sin entender a qué se refería Pedro Castillo cuando la llamó “coyuntural”), se añade esta elección sin mal menor. Hace más de dos milenios, Sócrates le respondió a uno de sus discípulos, quien no sabía si quedarse con la madre de sus hijos o irse con su amante: “Hagas lo que hagas, te arrepentirás”.

He recordado, estos días aciagos, la idea del coeficiente de adversidad. El padre de la misma es JeanPaul Sartre. Sin embargo, quien la ha popularizado en el siglo XXI es el psicólogo Paul Stoltz. Sartre habría vomitado si hubiese visto cómo mi colega la ha convertido en una receta para alcanzar el éxito: “El CA es el nivel de adversidad que uno está condicionado a soportar para ascender la montaña, y conseguir sus metas en el futuro inmediato”. Autoayuda e ivermectina (sigo sin entender cómo Keiko Fujimori citó con orgullo al médico Bustamante, quien recomienda este antiparasitario y afirmó en Willax que la vacuna Sinopharm era agua y contagiaba el COVID-19).

Nuestra capacidad de enfrentar la adversidad se está viendo sometida a pruebas cada vez más exigentes. El costo de este esfuerzo sobrehumano, en particular para quienes tienen que suplicar por balones de oxígeno o camas UCI, es devastador para la salud mental. En una reunión de expertos promovida por el presidente Sagasti y organizada por Max Hernández, secretario técnico del Acuerdo Nacional, el Dr. Yuri Cutipé, director ejecutivo de salud mental del MINSA (quien sí podría ser citado con satisfacción como miembro de un equipo técnico), recordó que solo el 2.5 % del presupuesto de salud está destinado a la salud mental. Mientras tanto, todos vemos que la depresión, los trastornos de ansiedad o la violencia de género son una pandemia paralela y complementaria a la del COVID-19. Esta sinergia negativa no puede seguir siendo desatendida. Esperemos que en los siguientes debates de los candidatos se la aborde como es debido. Como se escribía en las solicitudes en papel sello sexto: “Es causa que espero alcanzar por ser de justicia”.

La República

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