¿El agua es una deidad?
¿Le organizan una fiesta?
¿La cariñan con una ofrenda?
¿Le enseñan cómo llegar a los campos?
Así es.
En los Andes del Perú, ese líquido que discurre por ríos, canales y acequias, que nace en los puquios o se queda protegido en un lago o laguna, es el protagonista de una serie de rituales cuyo resumen mítico está en festividades complejas, de exquisitos detalles y emotivas expresiones de canto y baile. Los códigos y hablares propios se reafirman. En Laraos (Yauyos, Lima) los sabedores son pongos, la hoja de coca es lechuga, el vino, vinoro y los cigarros, sahumerio.
En Andamarca (Lucanas, Ayacucho) se juega con el barro, símbolo máximo de fertilidad, y los responsables de ofrendar a los estanques avanzan en zigzag haciéndole recordar al agua cómo debería llegar a las chacras.
En Huaros (Canta, Lima) ejecutan la danza de los kivios, una alegoría o culto a los kivios, aves sagradas de altura que anuncian la lluvia bailando juntas y cantando kivió, kivió, kivió…
¿Por qué pensaría hoy en esa agua festiva?
Estamos abril y el vientecillo me ha traído el recuerdo. Andajes (Oyón, Lima) ha regresado a mi mapa mental con su Champería o Fiesta del Agua. Con sus yaravíes y su ajuyada o grito de victoria.
La llamahuira (cebo de llama) ha servido para congeniar con el cerro y estos señores: Lodín y Celestino, se han puesto juiciosos armando el banquete para nuestros dioses: allí están los teqtepuro, recipientes llenos de chichas diversas; el sango y la chapana, preparados del maíz blanco; el quay o papa asada; las hojas de coca, el vino, el ron, claveles y kantutas; el gahuash o concha de abanico que sirve de recipiente para la sangre de los dos cuyes sacrificados.
Ya me decía don Eusebio, comunero larahuino: “Si no hacemos los ritos, no habría agua. Desaparece, ya no llueve. Padeceríamos. Cómo crecería nuestra papa y nuestro maíz. Dónde calmaríamos la sed”.
Comunicadora Social. Creadora del programa de televisión Costumbres. Personalidad Meritoria de la Cultura desde el 2015.