Las maromas de un elector emotivo

Para el candidato de nuestras preferencias, haremos las respectivas maromas morales para justificar lo que otros perciben como injustificable. Para muchos, irte de una habitación en llamas, a pesar del acuerdo con la otra persona implicada, es mortal, un pecado imperdonable.

Para otros, lo es el hecho de que tus empresas no paguen sus impuestos y que te declares exitoso a pesar de que ante la Sunat presentes tus estados financieros en pérdida. Es paradójico, pero aquello que a unos espanta a otros los captura hasta el fanatismo, como la postura ante el enfoque de igualdad de género y aquellos temas de derechos en donde se cuela la religión.

Hasta la fuerza naranja ha cedido terreno por la caída en desgracia de su otrora poderosa lideresa. Habrá quienes le perdonen al expresidente, que ahora postula al parlamento, haberse vacunado a escondidas, por lo bajo, mientras su pueblo moría. Habrá quienes no le perdonen a uno de los economistas más respetados del mundo no ser un anti algo y ser pragmático más que idealista.

Habrá también quienes no tragan a un expresidente que fue aparentemente manejado por su esposa y que insiste en volver a postular. Dicho sea de paso, ¿no hay algo de machismo en este caso y en el del morado? ¿Por qué será que ambos son los que, en términos emotivo personales, más anticuerpos producen? Cómo no hablar de “plata como cancha”, percibido como un atrevido provinciano pura sangre que, a pesar de sus evidentes limitaciones y cuestionamientos judiciales, tiene la osadía de querer codearse con la más rancia aristocracia limeña.

El exarquero tiene varios pecados: ser joven, improvisado, “coloradito” y hablar pésimo en las conferencias, a pesar de que, en la calle, donde se ven los gallos, es el más capacitado para conectar horizontalmente con el pueblo, pero eso no cala en nuestras emociones.

Habrá también, por supuesto, quienes no soporten que la candidatura más hacia la izquierda de todas no haga una sola pequeña concesión en su forma exagerada de construir su narrativa. En fin, mejor leer los planes de gobierno, pero, aquello, es mucho pedirnos, tan emotivos, caray.