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Las mujeres de mi vida

De la señora K, de la exministra Mazzetti, de Cecilia Blume y de las damas de la Confiep no hablo.

Rupi Kaur es una poeta indo-canadiense. Tiene 28 años y es la escritora más leída del mundo con solo dos títulos y ocho millones de libros vendidos. Leo la edición de Seix Barral. Kaur que atrapa a las muchachas y las que no son, porque ven en ella un espejo que habla de soledad, de inseguridad, de autoafirmación femenina, de un cuerpo que cambia, que sangra, que da placer y que intenta huir de la lupa del patriarcado y la desigualdad: “ahora es momento / de abrir la boca / de gritar tan alto como / necesitemos /para que nos oigan”.

Y en estas horas –y siempre– que celebramos el Día Internacional de la Mujer, que esta vez tiene un motivo planetario: “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”. Y es justo ver a nuestros costados y reconocer los enormes esfuerzos realizados por ellas en todo el mundo a la hora de definir un futuro más igualitario y la recuperación ante la pandemia y resaltar las deficiencias en las que viven. Y así, debo enaltecer sobre todo a las médicos, enfermeras y que me atendieron cuando me estaba muriendo.

Y en un libro que voy terminando: “Las mujeres de mi vida” por supuesto que pido justicia para las peruanas esterilizadas por el dictador Fujimori, las mujeres, aquellas de la violencia de género, la agresión sexual y la depresión. Pero es más, he editado mis crónicas que escribí sobre las heroínas calladas de la independencia hispanoamericana, las troperas y rabonas, las intelectuales como María Rostworowski, Ruth Shady, Martha Hildebrandt (antes de convertirse al fujimorismo) la poeta Blanca Varela, las artistas Chabuca Granda, Alicia Maguiña, Lucha Reyes, Susana Baca, Tania Libertad, Flor Pucarina, Carmencita Lara y hasta las rumberas, Betty Di Roma y Anakaona.

Por supuesto que saludo y beso a mi madre, hermanas, tías y primas que me cuidaron desde siempre. A la madre de mis hijos y también a mi actual compañera. A Isabel Álvarez y Rosita Ríos y Martha Palacios, cocineras. A mis colegas periodistas, a Ana Núñez, Romina Mella y Mónica Cepeda. Y a mis alumnas y a mis amigas, las del Vaso de leche, del Club de madres y la Olla común de Ventanilla, Comas y Villa María del Triunfo. Qué seríamos sin ellas.

Y sigo leyendo a Rupi Kaur, y brindo con mi matico por todas. De la señora K, de la exministra Mazzetti, de Cecilia Blume y de las damas de la Confiep no hablo. A ellas las juzgará más que la historia, el olvido.

La República

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