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Contra la conspiración

Agitar la tranquilidad pública con una denuncia sin sustento es desestabilizar social y políticamente al país.

La versión que desde hace unas horas anda circulando en la escena mediática digital, y que apunta a una presunta magra efectividad de la vacuna china Sinopharm, no parece producto de un esfuerzo serio de investigación. Ni un intento consistente de exigirle al Gobierno que transparente qué tipo de inmunización se está aplicando.

Más bien, tiene todo el aspecto de formar parte de una cadena de hechos que, desde hace varias semanas, se dirige a crear una atmósfera tensa entre la población, así como a impulsar, nuevamente, un proceso de inestabilidad política que nos lleve hacia otra crisis. Cuando faltan, además, escasas cinco semanas para las elecciones presidenciales.

Por un lado, tomar una parte de un informe preliminar sobre el ensayo llevado adelante con la mencionada vacuna en el país, y convertirlo en un artículo de fe para dudar de su eficacia, es no solo apresurado sino irresponsable. Ya varias instituciones han afirmado con claridad que ese no es un parámetro para dudar de ella o insinuar su inutilidad.

El Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de Salud y la propia Embajada de la República Popular China han sostenido dos argumentos centrales: uno, que el estudio sobre los ensayos hechos en el Perú sobre esa vacuna no ha concluido; y dos, que su aplicación en otros países ha sido exitosa y arrojado resultados por encima del 70%.

En octubre del 2020, por si no bastara, la revista médica británica The Lancet publicó un artículo sobre los resultados de un ensayo hecho con un grupo de voluntarios, el cual arrojaba que luego de la aplicación de dos dosis (que es lo que se está haciendo en el Perú), sí se generaron en ellos mayores anticuerpos. Y ninguno tuvo efectos adversos.

No se ve entonces por dónde se puede sostener tal ‘denuncia’, que no hace más que crear zozobra ciudadana y que justo aparece cuando el debate preelectoral tiende a distraerse con este y otros artificios. No resulta casual, por eso, que el candidato Rafael López Aliaga haya aparecido ya pidiendo la renuncia del presidente Sagasti.

Parece que no hay puntada sin hilo en una secuencia que incluye este torvo episodio y el inútil debate sobre si los privados podían o no importar vacunas. Parece, a la vez, que hay un grupo de conspiradores, en el Congreso y en otros frentes, que no descansan en su propósito de generar otra vez el caos. No al sabotaje a la vacunación.