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A 42 días

“No es que sea el mejor preparado. Es improvisado e inconsistente. Pero Lescano está consolidando su posicionamiento previo: el político que aboga por la gente”.

Forsyth. Si miramos los últimos resultados electorales, todos los presidentes elegidos han tenido posición, narrativa y algún nivel de retórica política. Incluso PPK tuvo que apelar al antifujimorismo –no natural ni en él ni en su entorno– para ganarle a Keiko Fujimori. George Forsyth no solo carece de conocimiento y visión de país, no solo refleja falta de solvencia, sino que tampoco tiene –y muy probablemente no tendrá– posicionamiento político.

Lescano. Tiene lo que le falta a Forsyth (posicionamiento político), y además lo que le falta a Verónika Mendoza. Avanza como el candidato que quiere cambiar el statu quo, el cual nos ha mostrado su peor cara con la pandemia. Apela no solo a la indignación, sino también a medidas puntuales. Así, está consolidando su posicionamiento previo: el político que aboga por la gente. No es que sea el mejor preparado. Es improvisado e inconsistente. Pero si Mendoza mantiene el mismo discurso, Lescano se consolidará como el candidato de “izquierda”, con la ventaja de que tendrá a ella y a Arana más a la izquierda.

Mendoza. Antes de la aparición de Lescano, su candidatura tenía la posibilidad de despegar tarde o temprano, incluso con las carencias de su mensaje político. Pero la izquierda parece enfrascada en la indignación y reivindicación. Un ejemplo: la “segunda reforma agraria”. Cuando han dado a conocer el detalle, no tiene mucho que ver con la primera. Podrían haber atraído al mismo público con, por ejemplo, una revolución para la agricultura familiar, pero sin espantar al potencial elector de centro izquierda e incluso de centro, más aun considerando que ninguna candidatura de ese espectro logra convencer. Si sigue así, podría perder a ambos.

Guzmán. En la escala de autopercepción política medida por IPSOS, el centro aparece como la opción más claramente autodefinida (35%). A pesar de ello, Julio Guzmán, el candidato que debería ocupar ese espacio entre los que aparecen delante en las preferencias, no logra convencerlos. Es probable que una parte de los aún indecisos, tarde o temprano, lo elegirá. Pero si sigue así, no le alcanzará. Guzmán no está logrando comunicar por qué es posible cambiar el país desde el “centro”. Hay ahí una trampa: existe indignación y se demandan cambios, pero el Partido Morado quiere también ser la apuesta “responsable” de la elección.

Fujimori. La necesidad de apelar a su padre, al recuerdo del fujimorismo de los 90 y, alineado con ello, a la necesidad de una “democracia fuerte”, revelan los escasos recursos para superar la imagen de candidata y partido mafiosos, autoritarios y a los que no les interesa el país. Su único objetivo podría terminar siendo contar con una bancada mínima para defenderse políticamente y mantener algún nivel de protección del sistema de justicia.

Urresti. No logra desprenderse del caso Bustíos, ni de la actuación de Podemos Perú en el Congreso ni de un José Luna cada vez más embarrado. Con dichos pasivos de por medio, anda saltando de ser el candidato “contra los ricos” al que conseguirá “seguridad ciudadana”. Si Lescano u otro candidato se posiciona como el antiestablishment, le resultará difícil despegar.

La derecha en busca de candidato. Falta un candidato para los electores que se ubican a sí mismos entre la derecha de centro y la extrema (44% según IPSOS, de los cuales algunos ya están con Fujimori, Forsyth e incluso Urresti). Algunos de ellos pueden terminar apostando por el centro, pero otra parte se inclinará por un candidato que realmente los represente, lo que puede terminar beneficiando a Hernando de Soto y/o Rafael López Aliaga.

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