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Lo lograste, Ana Estrada

“Es una sonrisa lo que predomina, la sonrisa del triunfo”.

Llego a la casa de Ana al día siguiente de conocerse el fallo de la corte superior que le ha sido favorable. Gracias a un amparo presentado hace un año, se le ha abierto, al menos en primera instancia, la oportunidad de decidir cuándo dejar de vivir para morir con dignidad y dejar de sufrir.

Ana está echada en la cama, como casi siempre, porque tiene todo su cuerpo paralizado, menos la sonrisa. No la puedo abrazar. También la ansiedad asoma, como nunca, en su rostro, un rostro al que los gestos aún no abandonan.

Es una sonrisa lo que predomina, la sonrisa del triunfo. Quién diría que es la sonrisa por poder elegir cuándo morir, quién diría que es la sonrisa mirando de frente nada menos que a la muerte. Pronto, debido a su galopante polimiositis, podría perder hasta esa sonrisa de la que hablo y solo una conexión a un respirador artificial la mantendría técnicamente viva.

Su cuarto es una UCI, tiene la suerte de contar con una enfermera que la ayuda con sus necesidades y, sobre todo, a colocarle el oxígeno que le permite hablar un poco. Hace 10 años que vive en cuarentena, por lo que el coronavirus es solo una anécdota en su existencia.

No hay protocolos, decían los procuradores del Estado, burocratizando la existencia, la muerte y la libertad. Prima su derecho a elegir, zanjó la corte y ojalá que los procuradores no apelen y se inmiscuyan, a través de regular su muerte, vaya paradoja, en la vida de Ana.

Tienen 5 días para hacerlo. El derecho constitucional de Ana estaba allí, solo era cuestión, otra vez, de quién lo interprete. Ana saca fuerzas, toma aire, impulso, y logra hablar con los periodistas, porque también es activista. Alguna vez pensó en morir clandestinamente, confiesa, pero no podía dejar como herencia un delito en la vida del otro valiente que la ayude a perder la suya.

¿Quién es dueño de tu vida? ¿Quién decide hasta cuándo queremos vivir? ¿Dios, el Estado, el Congreso, tú? Se pregunta, conmueve. No nos alegramos por la muerte, nos alegramos por la libertad.

Lo lograste, Ana Estrada. Lo lograste. Su caso sentará un histórico precedente de libertad y derecho a decidir sobre uno mismo. Aquello la ayuda a seguir viviendo con la muerte amenazando esa sonrisa que no pierde. No le tiene miedo, ni una pizca de miedo, sabe que vivir sin desearlo es la verdadera muerte.

La República

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