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Fiscales más que demorones

“La actuación de la justicia penal se ha vuelto un asunto instantáneo: convence mientras se está produciendo, pero al poco tiempo se hunde en un marasmo de demora, se vuelve eterna”.

Las cuentas pendientes del sistema de justicia peruano son enormes. Para entenderlo basta advertir que casi la mitad de los presos en el Perú no tienen sentencia. La acumulación de carga procesal es un argumento socorrido de jueces y fiscales para explicar sus diversas formas de parálisis. El otro es simplemente no explicar nada.

La actuación de la justicia penal se ha vuelto un asunto instantáneo: convence mientras se está produciendo, pero al poco tiempo se hunde en un marasmo de demora, se vuelve eterna. Una parte de esto se debe al trabajo de los abogados defensores, pero no es el único motivo. La burocracia judicial tiene parte de la responsabilidad.

La llegada del coronavirus a los cuatro años de iniciado el trámite de Lava Jato (casi exclusivamente pedirle datos al club de delatores brasileños) parecía un problema para los célebres fiscales encargados. Hoy parece más bien su salvación. Dos de los denunciados y en un momento encarcelados en esa historia hoy son candidatos a la Presidencia de la República.

De otra parte, los años de denuncias espectaculares no han vuelto más eficientes a los fiscales y tampoco nos han instruido como público en el tema. De allí que cada novedad penal sorprenda, o preocupe, o indigne, y que luego la postergación pase, sin el menor reclamo, a sumarse a la ya conocida carga procesal.

Lo que ha ayudado mucho a disimular la poca eficacia luego de la primera fase de denuncia ha sido la discreta alianza fiscales-periodistas, unida a la constante aparición de un caso nuevo que mueve a olvidar los anteriores. Esto último gracias a que la corrupción efectivamente es un problema de dimensiones epidémicas en el país.

El caso Vizcarra con su rosario de soplos de aspirantes a colaboradores eficaces (¿ya lo son?) sirvió para que este fuera vacado de la presidencia. Como en infinidad de casos, las pruebas todavía no han aparecido. Ahora el caso es recalentado con algún fin electoral. Si Vizcarra es inocente o culpable, nunca nos vamos a enterar realmente.

¿Qué es mejor? ¿Sumar a la carga procesal que ya existe un caso nuevo que se va a poder resolver? ¿O resolver alguno de los casos que ayer nos impactaron y que hoy nos hacen bostezar?

La República

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