
Eloy Jáuregui
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El chifa de las vacunas
En el Royal, el chifa de San Isidro, las vacunas contra la COVID-19 valían tanto como un chaufa de pollo. Por ello, César Loo, el propietario del chifa, fue beneficiado con el pinchazo del laboratorio chino Sinopharm. Cierto, todo ello orquestado por el Dr. Málaga. ¿Y hasta eso hemos llegado? Que se trueque las dosis por un wantán. No era, de acuerdo a los valores de DDHH, que el acceso a la vacuna debió ser transparente y basarse en criterios de salud pública.
Las autoridades que manejaron este delicado tema son tan y más culpables que aquellos que recibieron sobornos de Odebrecht durante los gobiernos de Toledo, Humala y Alan García. Y la indignación es tal porque a cada minuto uno pierde a sus familiares, amigos y conocidos. Sin embargo, esta costra de sinvergüenzas eran vacunados en secreto junto a sus cónyuges, hijos, hermanos, cuñados, amantes y hasta sus choferes.
Y no solo fueron la exministra Mazzetti o el propio Dr. Málaga, sino hasta la lobista Cecilia Blume e incluyó el nuncio apostólico Nicola Girasoli. Y no sé cómo tendrán sus conciencias y si saben a qué se llama solidaridad. O sea, médicos, mercachifles y curas, juntos en esta atrocidad. Justo en el momento más duro de la pandemia donde no hay camas UCI, oxígeno, medicinas y la salud de los peruanos vale menos que un kam lu wantán.
Decía la historiadora Carmen McEvoy que los médicos que manipularon el orden de las vacunas habían denigrado la memoria de Cayetano Heredia, de José Faustino Sánchez Carrión y de Daniel Alcides Carrión. Cierto, pero es más, porque en este tinglado de corruptos viven aquellos peruanos de privilegios y de traiciones. Yo estuve al borde de la muerte. Por ello también debo reconocer el valor de los médicos que desafiando el contagio, me salvaron la vida. Entonces no todos los médicos son el Dr. Málaga.
Me cuesta decirlo, pero el país siempre fue así. Un botín para aquellos con poder. El bicentenario nos agarra sumergidos en otro escándalo inhumano. El chantaje y sobornos de Sinopharm tienen sus cómplices. Desde el presidente de la república, los médicos inhumanos, la cancillería y otros servidores públicos.
Entre el dolor y la rabia me pregunto si todos somos así. No. Pero en esta república de chifa, parece. Los muertos, ese pretexto estadístico, aumentan a cada instante. No obstante, debemos soñar con un Perú mejor. Un país de semejantes, sin privilegios y sin traidores.