Un giro feminista

Martín Vizcarra, Mazzetti y compañía antepusieron sus intereses personales y poder como funcionarios de alto rango para vacunarse por encima de quienes resisten en primera línea. Rafael López Aliaga quiere mandar a un “sitio bonito” a niñas violadas antes de garantizar su acceso a la interrupción del embarazo y desinforma sobre la aplicación del enfoque de género en los colegios.

George Forsyth tiene un discurso xenófobo, criminaliza a trabajadores en situación precaria y es incapaz de hilar ideas concretas sobre el funcionamiento del Estado. Yonhy Lescano propuso las “cunas salvadoras”, como si las mujeres fuésemos solo instrumentos de parir sin tener en cuenta la soberanía de nuestros cuerpos. Sin reconocer que la gestación forzada es tortura. Daniel Urresti está denunciado por asesinato y violación; y Keiko Fujimori es Keiko Fujimori: corrupción e impunidad.

La clase política del país está podrida. La ética casi desaparecida. Vemos una y otra vez cómo se burlan en nuestra cara los mismos de siempre con los métodos usuales, que es la acción por lo bajo y siempre con los privilegios por delante, de espaldas a los miles de peruanos contagiados, rogando por oxígeno, muriendo.

El Perú es su gente, su personal médico desatendido y devaluado, las luchadoras de las ollas comunes, y más, pero también los que negociaron una vacunación clandestina e inmoral.

Quienes son y se saben poderosos, desde hace mucho, diseñan las sociedades y crean modelos a su imagen. Y en su comodidad presentan modelos únicos, hegemónicos, completos y, sobre todo, cerrados.

En este desastre continuo al que nos arrastran nuestros políticos día por medio, el cambio es una obligación. Hace falta un giro feminista, decente, popular, nacional, democrático, antirracista, comprometido con el servicio público. Porque es posible cambiar la manera de hacer política, que es como lo hace el feminismo: identificando los huecos del sistema para proponer otros modos de ser sujetxs, de ser, existir y representar.