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Las malas razones de Germán Málaga

En su defensa, el médico ha presentado una serie de argumentos que lo comprometen más.

El médico Germán Málaga ha hecho una serie de declaraciones sobre las razones que tuvo para distribuir la prueba de vacuna entre 487 personas que se favorecieron con esta entrega ilícita. Las razones que esgrime, lejos de exculparlo, lo comprometen más y más.

A los círculos más cercanos, como su hija por ejemplo, le puso la vacuna porque quería visitar a su abuela. Para ello, vino de Europa y apenas recibió la segunda dosis se regresó al país donde radica. A una experta en gestiones de interés la vacunó porque necesitaba fondos para construir una UCI en la universidad donde trabaja y esperó que las tres dosis colocadas le abriesen esa puerta del dinero y las relaciones. Al expresidente Vizcarra, la esposa y hermano los vacunó porque se lo pidieron. Primero fue el exmandatario quien lo citó en Palacio de Gobierno para ese fin. A la pregunta de si se podían sumar sus familiares, el doctor Málaga contestó afirmativamente.

El resto de casos los conocemos porque hemos escuchado las versiones de algunos de los vacunados tratando de restar importancia a lo ocurrido, diciendo que en ese momento no eran funcionarios públicos, que eran consultores del proyecto o que no existía ninguna norma administrativa que se estuviera infringiendo.

El acto mismo de vacunación con “excedentes” está normado por el reglamento de ensayos clínicos que prohíbe cualquier uso que no sea en el proyecto mismo. El uso de donaciones también tiene restricciones determinadas por la ley. Y, por último, la Constitución señala taxativamente cuáles son las responsabilidades de un funcionario público.

Así que para quienes quieran salir por la tangente, hay normas para todos los casos. Los invitados, los colaboradores y consultores, y los funcionarios públicos: todos han violado las leyes, algunos más conscientemente que otros, sin duda.

Pero el caso del doctor Germán Málaga merece una sanción más ejemplar y drástica. Él, como responsable del programa de vacunación de la universidad Cayetano Heredia, no era dueño de la vacuna, aunque en la práctica lo pareciere. La confianza depositada para dirigir el proceso no le daba patente de corso para hacer con la vacuna lo que le diera la gana y administrarla como si fuera un artículo de intercambio.

Es lamentable verlo defenderse sin que se perciba un real arrepentimiento y una disculpa pública. No podemos olvidar que era una de las voces autorizadas en estos meses de pandemia y que 12 mil personas le confiaron su salud en el ensayo de la vacuna.