Los trágicos optimismos

“No existe segunda ola. Es un tsunami. Ahora con un cuadro más dramático por la falta de camas UCI, falta de oxígeno, los antibióticos por las nubes y la voracidad de las clínicas”.

Me llaman familiares y amigos. Están desesperados. Me piden el antídoto para el virus. Les explico que hasta los médicos que me salvaron la vida están infectados y muchos de ellos han muerto. Que a mí me detuvo el mal – no me curó– la ivermectina. Pero que estas benditas gotas no son la vacuna que los peruanos esperan. Y que ese es otro de los dramas de ser peruanos.

Y veo las imágenes de Lima que ha cumplido ayer 486 años, y es el retrato de una ciudad abatida. Las colas en los hospitales, en el Banco de la Nación, en Mesa Redonda, y muertos a raudales. Y el alcalde Muñoz que declara en RPP: “Lo que buscamos es que el limeño siga celebrando y siga sintiéndose orgulloso de vivir en Lima. Queremos celebrar la diversidad”. ¿Y la pandemia? ¿Y las medidas de bioseguridad? Nada. Un inútil.

No existe segunda ola. Es un tsunami. Ahora con un cuadro más dramático por la falta de camas UCI, falta de oxígeno, los antibióticos por las nubes y la voracidad de las clínicas. De EsSalud solo tengo agradecimientos pero también ya no admite un paciente más. Entonces, los muertos siguen muriendo.

Decía el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos –a quién sí le creo– que la pandemia creó tal incertidumbre que los gobiernos, los epidemiólogos y los ciudadanos no saben qué va a pasar. Que la pandemia marca el inicio del siglo XXI, no otra fecha. Y que será la marca más fuerte en toda la sociabilidad de este siglo. Y lo será porque el modelo de desarrollo, de consumo, de producción que hemos creado, ha llevado a que no sea posible en este momento, por más vacunas que existan, poder salir de ella.

Insisto con Sousa Santos, quien se considera un “optimista trágico” y que advierte que hay que refundar el Estado y democratizar la democracia. Por ello cree que la pandemia nos ofrece la oportunidad para replantear el modelo neoliberal, que considera agotado. Y cierto, estamos demostrando que los humanos no tenemos inmunidad y no tenemos cómo enfrentar a los virus. Y que habrá una vacuna eficaz y otra no, y lamentablemente nos atacarán otros virus.

¿Y en estas horas qué nos queda? Lo mismo del principio, las medidas de bioseguridad: no salir de casa, lavarse las manos, las mascarilla y tomar mucho líquido. Pero además, acostumbrarnos a ser más infelices. Trágico futuro el que nos tocó vivir. Pero además, saber que hoy todos nos podemos enfermar y despedirnos de este mundo y sin mayor parsimonia.

La República

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