Cronograma de retiro AFP, según José Luna

Los haters

“En Twitter es posible viralizar con mucha eficiencia mensajes que pueden menoscabar a otros o, peor aún, agredirlos hasta poner en riesgo su bienestar”.

Las redes sociales son indudablemente los espacios públicos del siglo 21 por antonomasia. Y como cualquier lugar público, ahí es posible encontrar de todo: comentarios de valor, anodinos y los mensajes de odio.

Gracias al anonimato y la cuasi extrema libertad de expresión −cuasi porque luego de la salida de Trump nadie tiene ya “patente de corso”− que lugares como Twitter facilitan, este es uno de los medios ideales para diseminar los llamados discursos de odio. El discurso de odio es el que ensalza “la ira, la humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas (…) y la justificación de esas manifestaciones por razones de raza, color, ascendencia, origen nacional o étnico, edad, discapacidad, lengua, religión o creencias, sexo, género, identidad de género, orientación sexual y otras características o condición personales.”

Dicho en simple, en Twitter es posible viralizar con mucha eficiencia mensajes que pueden menoscabar a otros o, peor aún, agredirlos hasta poner en riesgo su bienestar. Todos somos potenciales “odiadores” o haters ahí.

El drama familiar que hemos atendido sin pudor, en torno a Jaime Cillóniz, muestra la facilidad con la que se pueden soslayar elementos de análisis cuando calificamos o tomamos posición en las redes sociales.

No me puedo explicar de otra manera por qué la agresividad de una persona con problemas de personalidad no permite atisbar la presencia de un caso de salud mental.

Las redes sociales exacerban los estigmas y la discriminación. Y ciertamente, respecto de las personas con problemas de salud mental hay muchos estigmas y una criminalización a priori que soslaya sus derechos humanos.

La próxima vez, que tomemos posición en Twitter, hagamos el saludable esfuerzo por ver el mapa completo, y no dejemos que nuestra emocionalidad básica nos vuelva cómplices del odio. No seamos unos haters de gratis.

La República

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