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Falta poco, Ana Estrada

“El derecho constitucional de Ana está allí, solo es cuestión, otra vez, de quién interprete. Ana saca fuerzas, toma aire, impulso...”.

Llego a la casa de Ana minutos antes de que empiece la audiencia virtual ante el Poder Judicial peruano. Un amparo presentado hace un año, por la Defensoría del Pueblo, podría darle la oportunidad de decidir cuándo dejar de vivir para morir con dignidad y, de paso, abrir la puerta para que todos los peruanos y peruanas podamos tener esa libertad a partir de su lucha pionera.

Ana está echada en la cama, como casi siempre, porque tiene todo su cuerpo paralizado, menos la sonrisa. También la ansiedad asoma, como nunca, en su rostro, un rostro al que los gestos aún no abandonan.

Pronto, debido a su galopante polimiositis, podría perder hasta su sonrisa y solo una conexión a un respirador artificial la mantendría técnicamente viva. Su cuarto es una UCI, tiene la suerte de contar con una enfermera que la ayuda con sus necesidades y, sobre todo, a colocarle el oxígeno que le permite hablar un poco.

Escucha a los procuradores de Essalud, del Ministerio de Justicia y del Ministerio de Salud, todos se oponen a que sea el Poder Judicial quien resuelva, proponen que sea el Congreso a través de una ley. No hay protocolos dicen, burocratizando la existencia, la muerte y la libertad.

El derecho constitucional de Ana está allí, solo es cuestión, otra vez, de quién interprete. Ana saca fuerzas, toma aire, impulso, y logra hablar ante el juez, el defensor y los procuradores. Alguna vez pensó en hacerlo clandestinamente, confiesa, pero no podía dejar como herencia un delito en la vida del otro valiente que la ayude a perder la suya.

¿Quién es dueño de tu vida? ¿Quién decide hasta cuándo queremos vivir? ¿Dios, el Estado, el Congreso, tú? Se pregunta, conmueve, pero el juez no se manda a emitir un fallo sobre la eutanasia, se va a tomar unos buenos días.

Ana se frustra, pero, otra vez, la certeza que lleva en su corazón nos la devuelve, a ella y su sonrisa: su caso sentará un histórico precedente de libertad y derecho a decidir sobre uno mismo. Aquello la ayuda a calmarse y a seguir viviendo con la muerte respirándole esa sonrisa que no pierde. No le tiene miedo, ni una pizca de miedo.

La República

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