La violencia como partera de la histeria
Los otros lados de la luna de la conflictividad social del 2021.
Con cinco muertes lamentables en las protestas en las seis semanas que van de la presidencia de Francisco Sagasti, y dos en los cinco días de Manuel Merino, no hay duda de que la conflictividad social será la escenografía política del Perú en la elección.
La gravitación política de estas muertes es clara. El gobierno de Merino se cayó por las marchas, pero el fallecimiento de dos muchachos lo liquidó. A su vez, las muertes de los últimos días han sido la justificación de varios para exigir la cabeza de José Elice, con lo cual se tendría nueve ministros del interior en menos de doce meses.
Las movilizaciones van a continuar, con expresiones de violencia crecientes como en las últimas semanas, incluyendo la quema de una ambulancia y el bloqueo de carreteras. Según Ipsos, 90% está de acuerdo con las protestas, pero 75% discrepa con el bloqueo de carreteras, y solo 15% lo respalda.
Todos saben que bloquear la carretera es un delito, pero, como señaló ayer Jorge Melo Vega citando un estudio de OCDE, aunque el Perú tiene un marco legal, las autoridades no lo hacen cumplir, como ocurre con el bloqueo de vías, por lo que esto continuará.
La Policía tiene, a su vez, problemas para manejar bien las protestas. Human Rights Watch acaba de recomendar la revisión de los protocolos de respuesta policial para evitar muertes que no deben suceder en las protestas, las cuales nunca deben criminalizarse.
Pero el otro lado de la luna es la violencia de algunos grupos políticos metidos en la protesta, agrediendo a la policía y con acciones que parecen buscar violencia para apuntalar sus fines, algo que se exacerbará en la elección.
Es el caso del Frente Amplio de Marco Arana, cuya actitud inescrupulosa es replicada por sus acólitas y acólitos; el papel del congresista Lenin Bazán ha sido evidente. Y podría ser, también, el de Juntos por el Perú, que lleva a Verónika Mendoza, ahora que está siendo asesorada por el Podemos español.
La solución no es sencilla, y no pasa por sacar a las fuerzas armadas a la calle como algunos ya le piden a la ministra de defensa, Nuria Esparch; ni por sentarse a ver cómo se ataca a la policía para buscar su reacción violenta; ni por hacerse de la vista gorda a las respuestas policiales al margen de los DD. HH.
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