Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas

¡A un congresista!

“A pesar del presidencialismo, la condición de congresista es de la máxima importancia. Pero es una importancia obvia, por no decir tácita, que no puede servir para jactarse”.

Manuel Merino se indigna porque el autor del soplo sobre su viaje a los EEUU no ha respetado a un congresista. El comentario recuerda a otro de hace muchos años de Rolando Breña, quien no protestó porque el varazo de un policía le hubiera caído a él, sino a un congresista. Es la idea de la tan mencionada majestad del Congreso trasladada al ámbito personal.

¿Qué está reclamando Merino? Ya ha explicado su renuncia a la Presidencia de la República, y ahora su viaje en las fiestas, en virtud de amenazas a su familia. Allí se trenzan lo político y lo personal. Algo de eso es inevitable en quienes se mueven entre el conflicto y el privilegio; pero hay diversas maneras de vivirlo.

A pesar del presidencialismo, la condición de congresista es de la máxima importancia. Pero es una importancia obvia, por no decir tácita, que no puede servir para jactarse, y menos todavía por la sospecha de un irrespeto. Un político modesto, o por lo menos discreto, atrae más atención sobre sus méritos que un político dedicado a pavonearse.

Pero a la vez es cierto que el intenso declive en la popularidad del Congreso ha afectado el valor de un congresista ante el gran público. Además al esfumarse el sistema de partidos, hoy todo parlamentario tiene cierto aire de huérfano. Ese sistema era un club de congresistas. Hoy muchos están aislados, incluso dentro de su bancada. No son socios.

Todo esto tiene que ver con la catadura de una porción de los elegidos al hemiciclo. Vivezas, prontuarios, incorrecciones, mentiras, o delitos hacen que en el gremio de la representación nacional justos paguen por pecadores, en la moneda del desprestigio universal. Le da un retintín particular al reclamo de un privilegio por ser congresista.

Es lo que ha sonado a lo largo de la discusión sobre la inmunidad parlamentaria, una institución necesaria y utilísima, hasta que se abusa de ella. La fórmula que los congresistas encontraron ha sido mantener esa inmunidad, con la salvedad de una suerte de fuero propio. Lo cual mueve a pensar que las irregularidades se seguirán produciendo.

El manto de congresista nunca logra tapar los defectos de la persona, y hasta los puede poner de relieve.

La República

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