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Al Congreso se le respeta

“Estos parlamentos son una fiel representación de nuestra tragedia nacional, doscientos años después del proceso emancipador”.

No quisiera estar en el pellejo de la gran mayoría de congresistas pero debo reconocer que su situación me provoca un poquito de lástima.

No me refiero solo al desprecio (a veces –muy pocas– injustificado) que provocan en la opinión pública. Me refiero a las obligaciones que contrajeron con sus partidos políticos –iba a escribir “mafias”– que, en la gran mayoría de los casos, financiaron sus respectivas campañas electorales y ahora reclaman recuperar lo invertido: universidades que perdieron su licencia, colectiveros informales, mineros ilegales, extractores de madera, narcos, traficantes de tierras y un largo etcétera de infamias.

Desde la caída de Merino me imagino a los congresistas soportando el menosprecio hasta de sus propios familiares. También los imagino recapacitando y, en un rapto de lucidez, dispuestos a legislar por el bien del país… hasta que vuelven a la realidad cuando una llamada o una cuadrada virtual los conmina a votar por alguno de esos impresentables proyectos de ley que indignan la respetable.

¿Hay alguna otra explicación para entender esa ley que legaliza a los colectiveros asesinos? No han pasado ni 72 horas y ya se cuenta casi una docena de víctimas fatales provocadas por este cuestionado “servicio de transporte público”, así, con comillas.

Pero tengo una duda existencial: este Congreso y el anterior, gobernado por la alianza apro-fujimorista, son un producto de este proyecto de país forjado en la última década del siglo pasado durante el régimen fujimorista. Un país donde se acentuó el control de los grandes grupos de poder y se fomentó la proliferación de estas nuevas mafias “populares” que controlan las principales actividades ilegales y que buscan su incorporación social a través de “emprendimientos” en actividades vinculadas al sector Salud, Educación, Energía y Minas, Transporte, etc.

Estos parlamentos son una fiel representación de nuestra tragedia nacional, doscientos años después del proceso emancipador.

La República

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