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Ante la desolación

“El execrable Congreso continúa pergeñando leyes absurdas. La ley del agro, que sin duda requería ser modificada y actualizada, será un esperpento aterrador en manos de esas bandas encaramadas en los escaños del palacio legislativo”.

La sucesión de malas noticias nos está conduciendo a un punto muy cercano a la tragedia absoluta. Ese lugar sin esperanza. Pero la humanidad, como nos recuerda George Steiner, si no puede soñar, enloquece. El 2020 que termina ha sido un año traumático. Su final, que debería reconfortarnos, anuncia una nueva era de desastre. El anuncio de que no estamos en ninguna lista para la adquisición de vacunas contra el COVID-19 ha rematado nuestra ilusión.

Aprovechando ese estupor, en buena parte responsabilidad de la inacción del Gobierno de Vizcarra, el execrable Congreso continúa pergeñando leyes absurdas. La ley del agro, que sin duda requería ser modificada y actualizada, será un esperpento aterrador en manos de esas bandas encaramadas en los escaños del palacio legislativo.

La salud mental de las mayorías está sufriendo embates dignos de una situación de guerra; una que estamos perdiendo, por cierto.

Ante este panorama desolador, corresponde recurrir a las herramientas a nuestro alcance para preservar lo esencial.

En el referido texto de Steiner (“La tragedia absoluta”), utiliza una de las imágenes de Shakespeare: la risa se encuentra hasta en la garganta de la muerte.

El ya clásico concepto de resiliencia -la capacidad de convertir situaciones traumáticas en respuestas creativas, valiosas en lo personal como en lo social- acude en nuestro auxilio. Desde el humor hasta la representación artística, desde el trabajo esforzado hasta la ayuda mutua, desde el apego hasta los vínculos y la sublimación: todo aquello que nos mantenga en contacto con la pulsión de vida es hoy más urgente que nunca.

Nos toca continuar con la ardua tarea de la supervivencia, física y mental, inseparables por lo demás. Esto incluye la necesaria indignación ante quienes, por incompetencia o corrupción, no supieron estar a la altura de las inmensas responsabilidades que les confiamos en política. Toca también abrir paso a esa juventud que salió a marchar y derrocó a los usurpadores en solo una semana. Esa energía transformadora es nuestra esperanza.

Steiner -cuya lectura me sostiene en esta oscuridad- nos recuerda que: “Lo absolutamente trágico es, por tanto, no solo insoportable para la sensibilidad humana: es falso con la vida”. Por eso extrañamos tanto el teatro y el cine. Cuando son de calidad, nos permiten no solo representar, sino procesar lo insoportable.

La República

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