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Las vacunas y la Guerra del Pacífico

“Historia de enfrentamientos de caudillos a costa del Perú que, en este momento, adquiere enervante vigencia”.

Me resulta inevitable el paralelismo entre la guerra por las vacunas y la guerra del Pacífico. 142 años después, las diferencias en la forma de encarar las dificultades parecen las mismas.

Chile ha sido superior a toda la región, pero a los peruanos esa comparación nos duele mucho más, por ser nuestro vecino inmediato y porque nos vapuleó. Los datos disponibles señalan que Chile cuenta con un stock preadquirido de vacunas comparable (incluso superior) al de EE. UU. o la UE: 84 millones de dosis para una población estimada en 19 millones de personas.

Es decir, 4,4 dosis por habitante. Ya sea por culpa de Vizcarra, por culpa de Sagasti, por culpa Merino, por culpa del Congreso pasado o el actual, todos ellos peruanos pertenecientes a nuestra clase política, por culpa de quien sea, nosotros, como país, a diferencia de Chile, estamos últimos en la cola. Hemos vuelto a ser vapuleados.

En 1879, cuando se inició la guerra del Pacífico, Mariano Ignacio Prado era el presidente del Perú. Como sabemos, la guerra nos agarró con los pantalones abajo en términos militares y políticos, como la pandemia ahora.

Luego de las derrotas navales y terrestres en el sur, y a falta de armamento y equipo para abastecer a las tropas, viaja a Europa. Entonces Nicolás de Piérola aprovecha y lo derroca. Planeó resucitar la antigua Confederación Perú-Boliviana para atacar a Chile por la retaguardia, pero asediado por sucesivos pronunciamientos militares dimitió en noviembre de 1881.

En plena guerra con un enemigo superior, unido y organizado, dos generales empezaron otra rivalidad por el poder. Cáceres e Iglesias, ambos militares distinguidos. Iglesias, apoyado por los chilenos, se hizo de la presidencia del Perú en 1883 y firmó con el gobierno de Chile el Tratado de Ancón.

Aunque el gobierno de Iglesias, con el apoyo de los chilenos, iba imponiendo su autoridad a lo largo del país, subsistía el gobierno paralelo del contralmirante Lizardo Montero, con sede en Arequipa. Cáceres era el segundo vicepresidente de este gobierno y, tras la ocupación chilena de Arequipa y la huida de Montero a Bolivia, quedó en sus manos la presidencia de la República.

Historia de enfrentamientos de caudillos a costa del Perú que, en este momento, adquiere enervante vigencia.

La República

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