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Expreso

“... de cuatro soporíferas páginas, la firmaba Plinio Esquinarila. En ella afirmaba que, dentro de los planes de Soros, estaba, faltaría más, el de ‘acabar con la religión’...”.

Cuando Manuel d’Ornellas renunció a la dirección de Expreso en 1998, el diario perdió su alma y su norte y su razón de ser. Expreso era un diario que defendía ideas, la libertad económica y política. Era un diario liberal.

Sí, claro. Tuvo errores muy graves. Fue ingenuo en muchas cosas. Se volvió fujimorista. Pero con todos sus defectos llegó a ser un medio con solera, cuyo timonel fue un gran señor del periodismo. Un caballero de cuando los había. Hoy, más de dos décadas después, Expreso apenas es un membrete, un logotipo. Un papel desbrujulado. La caverna de los picapiedras. Un tabloide repugnante que divulga falsedades gigantescas. Mugre entintada, si no quedó claro.

Hace años que dejé de leerlo, pero días atrás alguien me pasó la edición del 26 de noviembre, que titulaba en portada “Las garras de Soros en el Perú”. La bajada rezaba: “Su agenda es desestabilizar nuestro país. Sus intenciones son la imposición del pensamiento único como obligatorio; apocalipsis climático (…). Además quiere despenalización de las drogas y la eutanasia, aborto y reducción de la reproducción humana”. Y así.

La nota en páginas interiores, de cuatro extenuantes y soporíferas páginas, la firmaba Plinio Esquinarila. En ella afirmaba que, dentro de los planes de Soros estaba, faltaría más, el de “acabar con la religión”. Y que “las campañas sobre temas de pederastia de algunos curas se enmarcan en dicho objetivo”.

Según el esperpéntico reportaje, en el Perú los ejecutores de este malévolo plan anticlerical, que, obvio, encabezaría Soros, ya sea porque estamos influenciados por él o formamos parte de su nómina, o qué sé yo, seríamos Paola Ugaz y el arriba firmante. Así como se los cuento.

Esta es, por cierto, una ridícula fábula más que se añade a la narrativa que vienen construyendo desde mediados del 2018 un puñado de medios y de supuestos periodistas con el propósito de desacreditarnos a quienes destapamos los escándalos del Caso Sodalicio.

No es lo único que han dicho, adivinarán. Pero esto, hace rato, ya está pasando de castaño oscuro. Y lo peor es que esta cosa sensacionalista, que lleva la marca de la DBA, desinforma con desparpajo, usando la libertad de expresión como coartada, manipulando las cosas a su antojo, cepillándose la realidad. Tergiversando y explotando la ignorancia de muchos, operando con total impunidad.

Porque en eso se ha convertido, lamentablemente, Expreso. En un medio de barriga cervecera que disfraza la mentira como si fuese verdad. De los que te pone la navaja en la garganta con una portada o un titular absolutamente falso, en plan tripulación del Capitán Garfio.

Una pena, la verdad, pues alguna vez escribí ahí. Y ahora, al leerlo, qué quieren que les diga, hasta me avergüenza decirlo.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.