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“Viejos lesbianos”

“No se le conoce nada memorable, ni siquiera un chiste en una entrevista fácil. Su caso es el más claro ejemplo que para tener una vida política, basta acudir a cuanto programa...”

El término, acuñado por las nuevas generaciones de pandemials, o bicentenarios, o como se llamen, alude a las posiciones carcas, retrógradas, jurásicas, reaccionarias y fachas. No tiene que ver con cuestiones de edad ni calendarios, sino con pensamientos y cosmovisiones.

Se le aplica a personajes tan disímiles como Manuel Merino o César Acuña o Ernesto Blume, pasando por auténticos carcamales como Juan Luis Cipriani o cualquier representante de esa cosa llamada Coordinadora Republicana.

Bueno. Esos mismos viejos lesbianos, que además fueron protagonistas del asalto al poder que desató la megacrisis de hace unas semanas, nos quieren tomar por estúpidos señalando que no tienen ningún vínculo ni incumbencia ni compromiso con las muertes de los dos jóvenes universitarios Bryan Pintado e Inti Sotelo. Ni con los centenares de heridos. Ni con la represión. Ni con nada. Son inocentes, es decir.

Manuel Merino, por ejemplo, en un inane pronunciamiento público evade cualquier obligación o compromiso con lo ocurrido. En la misma línea de pensamiento, Ántero Flores-Aráoz dijo en Panamericana Televisión: “No soy responsable de la convulsión social”.

Totalmente enajenados de la realidad, este par es incapaz de ver que las protestas que se tumbaron a los usurpadores -o sea, a ellos- fueron fruto de la indignación ante el zarpazo del Congreso, al que se prestó alegremente el exprimer ministro, comportándose como un chofer de combi irresponsable, borracho por la codicia, angurriento por el poder.

El periodista Luis Jochamowitz lo describe bien a Flores-Aráoz en una entrevista con Domingo, el suplemento de este diario: “No se le conoce nada memorable, ni siquiera un chiste en alguna entrevista fácil. Su caso es el más claro ejemplo que para tener una vida política, basta acudir a cuanto programa de televisión te inviten (…) Nada le ha costado. No ha hecho nada. Es un asistente infaltable de cocteles, es un firma cartas y manifiestos de sus amigos, y un asistente gratuito de programas de televisión”.

“Es un político conservador, apolillado, lo que en redes sociales llaman un viejo lesbiano”, remata el escritor Jochamowitz.

Y ya ven lo cruel que puede llegar a ser este país. Porque acá la crueldad es causada muchas veces no por fuerzas diabólicas y malévolas, sino por demagogos e insolventes y aventureros que son capaces de todo con tal de hacerse del poder.

El problema es que en el Perú ese tipo de personajillos te saltan hasta en la sopa. Y en los hechos, los idiotas terminan haciendo más daño que alguien que es malvado de verdad. Miren, si no, lo que nos acaba de pasar.

En este país nuestros políticos son chusma incompatible con la sensatez y el sentido común. Y mienten con desparpajo como mienten los boleros y los conductores de Willax.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.