Los bramidos del asfalto

“A la ausencia de partidos políticos sólidos en un pensamiento moderno y nacional, hay que agregar el desprestigio de los expresidentes convictos”.

Mis tres hijos son de la generación ‘Leche Enci’. La que atesoró Alan García en los ochenta. Yo soy de la estirpe ‘Menú económico’, la de Velasco. Mi padre fue de la especie ‘Cola por el carbón’, de Sánchez Cerro. Tres épocas encontradas de nuestra historia. Tres escenarios –así le dicen los del teatro político– ajenos, pero con una misma tribulación: la confusión. Y bueno, una sola válvula de escape: la calle.

Mi infancia tiene el aroma de la bomba lacrimógena y caca de caballos. El negocio de mi familia quedaba frente a La Casona de San Marcos. Así que un día sí y al otro también, las marchas y protestas de los estudiantes eran la rutina. Luego, yo mismo marché en medio de la chilla por el apoyo a los paros nacionales que obligaron a Morales Bermúdez al retorno a la democracia y no olvido “Los 4 suyos”. Así que conozco del valor y la indignación de la calle.

Paradójicos estos tiempos del Covid. Nos piden “quédate en casa” pero para seguir viviendo, hay que estar en las calles. Agotados los pactos sociales, vivimos –a la manera del poeta Enrique Verástegui– en la vorágine de las gramáticas del asfalto y las líricas de las esquinas. Cierto, existe la petulancia lingüística de las palabras fatuas adobadas en el enojo que la clase política impone con sus intereses mercachifles.

Entonces los jóvenes –como siempre– crispados demuestran su rebeldía. Y en pleno purgatorio que nos trae la peste, ellos que son las principales víctimas por el confinamiento y que se quedaron sin el júbilo, sin estudios y sin trabao, toman las avenidas de todo el Perú y hacen cumplir aquella sentencia de André Bretón: “La rebelión y sólo la rebelión es creadora de luz, y esa luz no puede tomar más que tres caminos: la poesía, la libertad y el amor”.

Pero la grita por sí sola no es eficiente. La acústica callejera se difumina si no se enfrenta al causante de la irracionalidad organizada: el pensamiento conservador y la histórica hegemonía derechista. Los que se llenan de plata con la pandemia, los bancos, las empresas anti peruanas. Y ellos gozan de buena salud, junto a los 105 congresistas y los 4 reaccionarios del TC.

A la ausencia de partidos políticos sólidos en un pensamiento moderno y nacional, hay que agregar el desprestigio de los expresidentes convictos. Eso también se aprende en las calles. Esa es educación para los jóvenes, la ideología y militancia en la decencia y honestidad.

La República

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