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Simpatía por el diablo y por el golpe

El cogobierno AP-APP tendrá problemas de popularidad.

Un error de previsión de los organizadores del golpe de estado del congreso ha sido olvidar que, para ser viables, aunque los coup d'État no tengan aceptación plena de la academia o de otros gobiernos, requieren tener popularidad en la ciudadanía.

Esa suele ser condición básica para lanzar un golpe, salvo que se trate de esas tiranías africanas o asiáticas que no tienen ningún reparo en matar gente para sobrevivir políticamente, lo que obviamente no es el caso peruano.

Los golpes de los dos chinos en el Perú fueron muy populares. El de Alberto Fujimori, del 5 de abril de 1992, sin duda lo fue, con una aprobación de la opinión pública cercana a 90%.

En el golpe militar del general Juan Velasco, del 3 de octubre de 1968, aún no se hacían encuestas en el país, pero fue bastante popular, especialmente cuando, a los pocos días, empezaron estatizaciones como la del petróleo.

No todos están de acuerdo con calificar de golpe de estado lo ocurrido el lunes 9 en el Congreso de la República.

Eso depende, primero, del conocimiento jurídico-constitucional, un asunto de élites bien informadas, y entre las cuales hay diferencias entre especialistas. Al respecto, un comunicado de un grupo de profesores de derecho constitucional de la PUCP concluye que el gobierno actual es “inconstitucional e ilegítimo”.

Segundo, la calificación de golpe depende de la actitud política de la gente, donde está casi toda la población. En esto radica el problema de los organizadores de la, por decirlo de otro modo, entusiasta incursión en palacio de gobierno, con un entendimiento convenientemente flexible de la legalidad.

Aún no hay encuestas sobre la legitimidad del ‘presidente’ Manuel Merino, pero las que se hagan quizá ratifiquen lo que decían las que se hicieron antes de los dos intentos de vacancia de Vizcarra: el 80% estaba en contra. Las protestas en las calles no se van a detener.

El nuevo cogobierno de AP y APP, con Merino en la Plaza Mayor y Luis Valdez en la Plaza Bolívar, empezará, por ello, con la valla alta y cuesta arriba, por la poca popularidad que, en medio de una pandemia y una crisis económica descomunal, significará una mochila bien pesada para los candidatos de ambos partidos en la elección 2021.

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La República

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