Escritos del Bicentenario

“En el país de estos días dudo que haya fastos y parafernalia para la celebración. Cierto, tenemos democracia, pero las desigualdades sociales nos embargan”.

El Bicentenario es una efeméride y punto. En el país de estos días dudo que haya fastos y parafernalia para la celebración. Cierto, tenemos democracia, pero las desigualdades sociales nos embargan. Poderosos y menesterosos, los peruanos hemos vivido 200 años sin compostura. Trato de rescatar un hecho y no lo encuentro. Sí hallo a los escritores de inicios de la república. Con ellos, es suficiente para la exaltación.

Ricardo Palma, por ejemplo, pero también Gonzáles Prada y César Vallejo, Abraham Valdelomar y Mariátegui. Hay más pero los sucesos dolorosos abundan. Y me remito una vez más a Historia de la corrupción en el Perú de Alfonso W. Quiroz. Libro fundamental para entender esa desazón de la historia que me embarga. Somos una república amnésica, lo sé, entonces, nuevamente a los escritores.

Al periodista Valdelomar, por ejemplo. Los tiempos de la Guerra del Pacífico, lo militarismos, la clase obrera. En apenas diez años construyó en un plano expresivo, una plataforma estilística donde se erigió como creador, agitador y poeta. Con intensidad, desbordándose hasta el delirio, atropellándose de genialidades. Seminal, bañó con su talento la razón virgen del país oligárquico y la manera de entenderse peruano.

Valdelomar, en su destilado estilo, alambicó el soporte teórico de lo que se ha llamado la diversidad cultural. Aquella que retoma José María Arguedas y su convivencia armoniosa en espinas de «todas las sangres». La misma que más tarde ensambla Antonio Cornejo Polar para suponer el horizonte virtual de su llamada «totalidad sin conflictos». Finalmente, esa que es empresa ambiciosa y que desarrolla Alberto Flores Galindo en Buscando un inca. Identidad y utopía en los Andes. Es decir, el universo andino como encuentro de una línea de continuidad entre el pasado y el presente, ese elemento fundante en la identidad nacional peruana.

Y les cuento que me han invitado a charlas y conferencias sobre el Bicentenario. Temo que solo hablaré de los escritores que cito. Pero, además, también de Gamaliel Churata y por qué no de los vanguardistas. ¿Pero se acordarán de Valdelomar? Ellos no, yo sí. Porque a él lo marchitaron con la «crítica del susto» y la «tradición del ninguneo».

Escritor por explosivo inclasificable, Valdelomar hoy hace a la crítica tiritar de frío mortal con su candela seminal. Hugo Neira hablaba de Ricardo Palma. Yo me quedo con el iqueño para mi Bicentenario.

La República

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