Segunda ola

Cuando comenzó la segunda ola de contagios del coronavirus en Europa fue recibida con optimismo. Los infectados por el virus eran más jóvenes que en marzo y abril, y los índices de hospitalización y fallecimiento menores. Pero el lento avance de la pandemia ha entrado a una nueva etapa y los países de la Unión Europea ven alarmados que los casos se disparan y alcanzan cifras récord.

Este incremento se explica en parte porque durante la primera ola solo se registraba los contagios que llegaban a los hospitales. Ahora, las mejoras de los sistemas de rastreo permiten identificar pacientes con síntomas leves e incluso asintomáticos. Esto hace que el incremento de contagios no guarde una relación directa con el de las muertes. También sirve de mucho que se conozca mucho mejor a la enfermedad y los tratamientos se hayan perfeccionado.

Sin embargo, los países comunitarios no llegaron a aplicar plenamente la principal recomendación del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades: que se hagan test a todos los contactos de una persona que registre positivo por Covid-19, sin importar que presenten síntomas. Tampoco ayuda el cansancio de la población, que no cumple las medidas sanitarias con el mismo escrúpulo, sobre todo aquellas difíciles de mantener. Finalmente, están los factores culturales, como el apego de los occidentales a la libertad personal, que hace que las restricciones sean más rebatidas que, por ejemplo, en Japón o Corea.

Las reuniones sociales han sido funestas en España, donde los contagios suman 1.026.281 y los muertos, 34.521.

Francia se encuentra en una situación «grave» en palabras del Primer ministro Jean Castex, con el país acerándose a la barrera del millón de casos. En República Checa —ahora mismo, el país más golpeado por esta segunda ola— se teme el colapso del sistema sanitario para mediados de noviembre.

Otros países como Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Ucrania, Hungría y Portugal también han registrado picos de contagios. Conscientes de que el mayor peligro es entrar a una dinámica de contagios masivos, que desborden las medidas preventivas y los servicios de salud, para evitar el confinamiento, en Francia, Bélgica, Eslovenia, Italia o Grecia comienzan a imponer toques de queda (al menos en parte de su territorio). Lo mismo pasa en España donde, además, se ha apostado por el cierre perimetral de las grandes ciudades con una tasa de contagio alto, como Madrid.

Una situación que lleva a los expertos a advertir que lo que venga podría ser peor que lo pasado y que esta experiencia debería servir de alerta a aquellos países que comienzan a abrir sus economías como los de América Latina, entre ellos el Perú.