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Semáforos vs. Policía de Tránsito

Santiago Dammert (*)

Una de las consecuencias de la reducción del tránsito vehicular durante la pandemia ha sido la notoria disminución de los atascos en las intersecciones viales y como consecuencia, la ausencia de policías de tránsito intentando “aligerar” la circulación. A pesar de las buenas intenciones que puedan estar detrás de su aplicación, esta actividad en la que la policía pone tanto empeño no tiene base científica y suele traer resultados negativos, entorpeciendo el flujo de vehículos y poniendo en riesgo a peatones y ciclistas.

En una ciudad, los semáforos sirven para garantizar que todos los usuarios de una intersección (conductores, ciclistas y peatones) puedan cruzar de forma ordenada y segura, evitando choques, accidentes y otros conflictos. Las nuevas tecnologías permiten que los semáforos de varias intersecciones viales estén sincronizados entre sí, e incluso hay algunos que cuentan con sensores inteligentes que detectan la carga vehicular en tiempo real.

Según la Municipalidad Metropolitana de Lima, al 2018 más del 50% de los semáforos de la capital eran monitoreados, programados y sincronizados en tiempo real desde su Centro de Control y Gestión de Tránsito (Fuente: MML), gracias a las inversiones realizadas en los últimos años. El resto de intersecciones no se encuentra monitoreada por esta red, pero la mayoría de las calles y avenidas más transitadas cuenta con semáforos funcionales. De acuerdo con estos datos, entonces, tenemos una red semafórica que dentro de todo, funciona de forma colectiva y relativamente coordinada.

De acuerdo a la Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú, las funciones de la entidad incluyen “garantizar y controlar la libre circulación vehicular y peatonal en la vía pública” e “investigar y denunciar los accidentes de tránsito”, es decir, dos funciones fundamentales. En principio, esto no sería un problema de aplicarse adecuadamente. Sin embargo, en Lima los policías de tránsito parecen empecinados en reemplazar a los semáforos, y en ese sentido considero que contradicen su propia misión: en vez de garantizar la libre circulación, causan confusión en las intersecciones ya que desautorizan el orden que busca imponer la semaforización.

Entre las víctimas de esta confusión estamos los peatones, ya que los policías de tránsito suelen priorizar el paso de los vehículos motorizados. Esto no solo es indignante; contraviene el Reglamento Nacional de Tránsito y compromete la seguridad de los más vulnerables. Lo que más me confunde, sin embargo, es la insistencia en este modelo de gestión claramente desfasado con la infraestructura y tecnología que poseemos. ¿Por qué creerían las autoridades que un ser humano en una intersección tendría mayor dominio sobre el complejo sistema de tránsito que una red de semáforos interconectada? Vivimos en una época en la cual la tecnología no solo facilita sino supera ampliamente la capacidad humana para llevar a cabo muchas tareas. No estaría mal aprovecharla.

(*) Arquitecto.

La República

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