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Yo sí te creo

“Los sentimientos amorosos de Dora Mayer hacia Pedro Zulen aparecen en la historia del Perú como extravagantes, enfermos, ofensivos: horrorizan a Joaquín Capelo...”.

El repliegue del parentesco de la vida social descubre relaciones que los individuos vamos inventando más o menos liberados del mandato de la sangre. Además de las transformaciones de las instituciones públicas, resultado de la pérdida de peso de los intereses de los parientes en la escena pública, están las posibilidades amorosas. Las opciones personales encuentran territorios más propicios. La intensidad erótica entre la aristocrática y sofisticada Clodia y el poeta plebeyo Catulo, mucho menor que ella en el siglo I ANE, no habría tenido aire en la república romana. Ahí, las cabezas de los clanes tenían el monopolio absoluto del poder en el Senado, cimiento de lo cual era el control de sus mujeres y su disposición absoluta era imprescindible.

La amistad también es propia de los terrenos libres del poder familiar, aunque sin duda los hombres tuvieron amigos siempre: ellos estaban fuera de control. En el Perú republicano han pasado desapercibidas amistades femeninas con un potencial revelador tremendo; como ejemplo: la de Teresa Gonzáles de Fanning y Mercedes Cabello, entre muchas y miles que no han sido registradas. El vínculo amical se alimentaba de empatía y de admiración recíproca; de igualdad que inspiraba. Y la palabra escrita fue el recurso para cuidarla.

Mayer y Pedro Zulen estuvieron juntos en la Asociación Pro Indígena entre 1909 y 1916; escribieron contra el gamonalismo y convirtieron las denuncias de los indígenas en manifiestos contra la servidumbre y su barbarie desde El deber pro indígena. Se radicalizaron, cada cual a su manera. La libertad era posible en medio de la admiración recíproca, la solidaridad y la compañía inspiradora; del afecto. Dora Mayer de Zulen, como decidió llamarse, se enamoró de su entrañable amigo. Casi no había sitio para nombrar ese caudal apasionado alimentado por la devoción al trabajo, y cada uno le dio un cauce propio. Mayer hace lo suyo público; y entre otras cosas se refiere al “amor libre” que reivindica para legitimar su honesto sentir.

Ella había nacido 21 años antes que él. Muchos hombres le llevaban esa cantidad de años o más a sus esposas, con las que estaban lejos de tener un vínculo de amor, y menos ellas que tampoco los habían elegido. Dora elegía y no le interesaba el matrimonio, aunque ofició uno desde el amor. Los sentimientos amorosos de Dora Mayer hacia Pedro Zulen aparecen en la historia del Perú como extravagantes, enfermos, ofensivos; horrorizan a Joaquín Capelo, director de la API y la imagen de Dora acercándose al funeral de Zulen repele a Jorge Basadre.

Miguelina Acosta, abogada feminista, anarquista y sindicalista, escribió en 1916 en defensa de Mayer, de su calidad humana, de la legitimidad de sus sentimientos. La amistad entre ellas se encarnó en el semanario La Crítica publicado a partir de 1917.

La República

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