Inmolarse para vivir

“Ustedes conocen que estuve al borde de la muerte infectado por el Covid-19 y que, gracias a la asistencia de varios médicos, pude sobrevivir”.

Aplaudo el Día de la Medicina Peruana. Sí, este 5 de octubre, fecha en la que hace 135 años Daniel Alcides Carrión García moría víctima de su experiencia para el tratamiento de la verruga. En esta fecha en que la labor de los médicos en el país me sigue resultando admirable y vemos que en ese titánico trabajo ya tenemos un saldo de 200 profesionales fallecidos.

La inmolación de Carrión, refiere un texto del Dr. Ciro Maguiña, reconocido médico infectólogo, se produjo en el duro escenario de 1870 y el fin de la guerra del Pacífico, cuando vivíamos azotados por la “Fiebre de la Oroya”, de la cual se desconocía el origen microbiológico y se ignoraba alguna terapia o remedio que la pudiera curar, escenario tan doloroso como el de estas horas cuando el Covid-19 ya arroja 32 mil fallecidos y se vaticina una segunda ola de la pandemia.

Cuan vigente está el sacrificio de Carrión, aquel joven nacido en Cerro de Pasco, estudiante de medicina, quien se inoculo la desconocida verruga eruptiva de un paciente tratando de encontrar el antídoto para esa nueva enfermedad no estudiada en el Perú y que conmovía a la comunidad médica mundial por su alta letalidad en la fase hemática.

Escribe el Dr. Maguiña: “La figura del mártir de la medicina peruana es siempre el gran ejemplo que nos guía y fortalece a todos los médicos en la lucha contra la actual pandemia, no solo porque muchos galenos han ofrendado su vida luchando por la salud de sus compatriotas, sino también porque es un constante desafío para la ciencia tratar de conocer mejor esta terrible enfermedad y su posible curación en medio de una severa crisis económica, política y social que se vive hoy en el Perú”.

Ustedes conocen que estuve al borde de la muerte infectado por el Covid-19 y que, gracias a la asistencia de varios médicos, pude sobrevivir. Ellos llegaron hasta mi casa exponiéndose al contagio y cierto, bien protegidos, me vigilaron las 24 horas para mi curación definitiva. En este Día de la Medicina Peruana, no tengo más que agradecimientos, en especial al Dr. Jorge Vigo Ramos y precisamente al Dr. Ciro Maguiña, quienes cuidaron de mí y aquí estoy, escribiendo este elogio.

En este Perú de la crisis perpetua, de la injuria y la mala leche, demostrar que uno vive agradecido no es lo común. En este país del codazo y el arribismo, enaltecer y elogiar a los médicos peruanos por su sacrificio y compromiso es infrecuente, pero es la verdad.

La República

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