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Con voto preferencial

Reforma tibia, contrarreforma y omisión a la reforma política.

Al cierre del plazo que permite que los cambios legales tengan vigencia en las elecciones de abril del 2021, el Congreso se ha resistido a adoptar una de las reformas políticas más emblemáticas y necesarias, la eliminación del voto preferencial. La última posibilidad planteada en la Junta de Portavoces del Congreso fue frustrada por los voceros de los partidos Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú, Fuerza Popular y Unión por el Perú.

La persistencia del voto preferencial será decisiva para rebajar la calidad del proceso electoral. En el contexto de grupos políticos extremadamente debilitados, los candidatos con dinero, especialmente aquellos invitados, y los que se sumaron a los partidos a última hora, serán los que lleven la voz cantante de la campaña electoral. Será esa movilización de recursos la que se imponga en un proceso electoral en el que no será posible las formas tradicionales de oferta electoral.

El voto preferencial acabará mediatizando otras dos reformas cruciales, la paridad y la alternancia. La primera fue calendarizada para que tenga una vigencia definitiva en los próximos procesos electorales, y la segunda tendrá un efecto simbólico porque, como se ha advertido en otros procesos electorales, son los candidatos varones los que con mayor facilidad recaban apoyos financieros mediante pactos bajo la mesa.

Al concluir el período de cambios, la reforma ha sido parcial e interesada. Tanto el anterior Parlamento como el actual se dieron maña para retrasar los cambios, deformarlos o evitarlos. La irrupción de la pandemia ha contribuido a paralizar otros cambios, como las Elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que serán aplicadas recién el 2022.

Los candidatos que emergerán en pocas semanas con las reglas mediatizadas no serán resultado de procesos internos democráticos. La constante serán las asambleas de delegados restringidas, arregladas y de poca representatividad, convalidadas por campañas de alto costo.

Queda claro que el grueso de la reforma está pendiente, que algunos cambios realizados son en realidad contrarreformas y que un grupo de partidos claramente identificados han incumplido, una vez más, sus ofertas electorales.