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Servinakuy electoral

En un universo de partidos tan parejamente aguachentos como los nuestros, son casi imposibles las alianzas incongruentes.

Las necesidades políticas producen extraños compañeros de lecho. Por ejemplo alianzas de partidos confesionales con agrupaciones que se chirlan en lo religioso. O pactos que parecen matrimonios armados en el infierno, llamados a quemarse en muy poco tiempo.

Pero además de un reconocimiento de la mutua necesidad, las alianzas electorales pueden provenir de un álgebra básica, en que dos debilidades yuxtapuestas hacen una fuerza. Pero no siempre sucede así. Hay socios que se debilitan el uno al otro.

Se suele reclamar que una alianza tenga cierto sentido. Que sus integrantes se complementen, y que todo sea producto de un buen cálculo. Esto rara vez ocurre, pues los socios pueden ser calculadores, pero siempre se presentan como enamorados.

En un universo de partidos tan parejamente aguachentos como los nuestros, son casi imposibles las alianzas incongruentes. Podrían aliarse todos en un solo bloque, y ahorrarse las elecciones. Pero dividirse y juntarse siempre aporta un cierto sentido.

¿Son eficaces las alianzas electorales? Bien pensadas y manejadas, sí. De otro modo pueden resultar fatales, para lo que existe el famoso dicho de las sumas que restan. Allí está AP-PPC-Libertad de 1990, o Apra-PPC del 2016, más todas las que ya hemos olvidado.

Los entendimientos de esta temporada son prácticamente acuerdos comerciales: juntar recursos escasos, canjear productos, prestar servicios, comprar un boleto. Por lo menos esa impresión transmite la virtual ausencia de ideologías partidarias, con un par de excepciones.

También debemos considerar que para muchos partidos rangalidos (poco más que membretes) enfrentar por su cuenta un proceso de elecciones generales puede resultar abrumador. Quizás también aquí una campaña electoral entre dos es menos atroz.

Es preciso reconocer que los aliados siempre presentan su pacto como un triunfo, nunca como una necesidad. Seguramente hay de las dos cosas. Pero también hay presentimiento. Hacer política apoyado en recursos de otro es un emprendimiento riesgoso.

Es por riesgosas y esperanzadas, modestas y sensatas, que debemos desearles buena suerte. Sobre todo a las alianzas de esos partidos que siempre han pensado igual o parecido, y que por diversos motivos nunca pudieron entenderse. Hoy por lo menos enfrentan un matrimonio de conveniencia.

La República

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