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Sin simpatía

Los partidos sin adhesiones.

Una reciente encuesta de Ipsos Perú y sobre simpatías políticas, a poco de vencerse el plazo para que los candidatos se inscriban en un partido, revela que el 62% de los encuestados no simpatiza con ninguna de las agrupaciones partidarias y se considera “independiente”. Los partidos nacionales, llamados tradicionales, como Acción Popular y Fuerza Popular, reúnen bajas adhesiones, con 6% y 4%, respectivamente; hay otros como el Apra y el PPC que no cuentan con representación parlamentaria y apenas exhiben 2% y 1% de simpatías, respectivamente.

Tampoco les va bien a los grupos políticos de la llamada nueva jornada de partidos. El Frepap obtiene 4% de adhesiones y Alianza para el Progreso (APP), solo 2%. En ambos casos se trata de grupos que, afirmando ser más recientes, se presentan ante los electores como una opción nueva y distinta. En ese grupo caben el Partido Morado y el Frente Amplio, con el 2% y 1% de simpatías, respectivamente, y Podemos con 1%.

Los ciudadanos mencionan sus adhesiones a 11 partidos que en conjunto se reparten el 25% del total de simpatías, un porcentaje muy pobre considerando que hemos salido de un proceso electoral llevado a cabo en enero e ingresamos a otro. Si algo no se puede afirmar en defensa de los grupos con bajos registros es que no existe ambiente electoral a la vista.

Esta falta de simpatía debe leerse al mismo tiempo como un rechazo al sistema de partidos anterior y al que pretende ser nuevo, y nos alerta sobre el riesgo de que en abril próximo elijamos partidos y candidatos rechazados antes de su elección.

Es cierto que los datos desnudan una compleja realidad que va más allá de la simpatía; la falta de adhesión partidaria no es nueva, aunque ha progresado notablemente, habría que concluir que las reformas políticas aprobadas desde el año 2018 no se han reflejado en una mejor percepción ciudadana de los partidos políticos.

Es probable que esta primera conclusión nos conduzca a nuevas interrogantes sobre si los cambios son sentidos por la población, si son los cambios que se requieren y no otros, si la intensidad de la reforma es la más apropiada, o que con reforma o sin ella la opinión pública rechaza a un grupo de partidos que considera que deben estar fuera del juego político.