Tiempos recios

Por: Fernando Rojas Samanez, embajador y exviceministro de Relaciones Exteriores

Tiempos recios es el título de la última novela de Mario Vargas Llosa, sobre el golpe de Estado contra el presidente de Guatemala Jacobo Árbenz, en los años 50. Setenta años después, América Latina continúa haciendo frente a estos tiempos, agobiada por la feroz pandemia y la crisis económica, política y social.

Esta situación se da cuando la región está fragmentada y la confrontación política e ideológica es evidente. La reciente elección del nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, ha sido la mejor demostración: más de dos terceras partes de los países miembros estuvieron de acuerdo en elegir al candidato del presidente Trump y solo cinco se habrían abstenido. Ignoraron así, los primeros, los múltiples pedidos y opiniones de expresidentes, excancilleres y otras altas autoridades de diferir la nominación, debido a la inminencia de las elecciones norteamericanas y con argumentos muy razonables. Del mismo modo, la pasada elección del secretario general de la Organización de los Estados Americanos, OEA, evidenció la fragmentación regional.

La integración y concertación regional son prácticamente inexistentes y en tiempos de crisis esta situación probablemente se profundice. Además de esfuerzos para la adquisición de vacunas, no se han conocido iniciativas para activar mecanismos de cooperación o apoyo financiero para hacer frente a la crisis, ni se reconocen liderazgos. Lejanos están los tiempos del proceso de Contadora y la crisis centroamericana, con la creación del Grupo de Río y las posturas concertadas que adoptó la región.

La constatación de esta situación se produce en medio del proceso de transición del poder hegemónico global entre los Estados Unidos y la República Popular China. Este proceso, que evidentemente toma varios años, no se ha detenido por la crisis sanitaria y social, sino más bien se ha agudizado por el virus.

Al respecto, el profesor Juan Gabriel Tokatlian, de la Universidad Torcuato di Tella de Buenos Aires, hace notar que América Latina ha perdido poder y presencia internacional en los últimos años y parece incapaz de adoptar posiciones autónomas frente a la confrontación por el poder hegemónico global. Por ello afirma que, frente a tal proceso, América Latina parece encaminada a adoptar una suerte de “doble dependencia”: una estratégica y de seguridad con Estados Unidos y otra con China en comercio e inversiones, país que para varios de la región es el principal socio económico. Esto contrasta con la histórica posición latinoamericana de no alineamiento.

En lo que respecta a nuestro país, además de la escasa presencia de la política internacional en la agenda oficial, su liderazgo en el tema de Venezuela parece haberse diluido con la cuasiparalización del Grupo de Lima y ha sido afectado por el fracasado intento de la candidatura del embajador Hugo de Zela a la Secretaría General de la OEA. El mismo señor Claver-Carone, hoy presidente del BID, fue quien dijo en Lima, en enero pasado, que dicha candidatura era “francamente divisoria e innecesaria” con los graves efectos que tal declaración tuvo para la aspiración peruana. Del mismo modo, no ha sido conocido hasta el momento cuál habría sido la posición peruana respecto a la elección del mismo Claver-Carone en el BID, aunque fuentes no oficiales mencionaron que se habría abstenido.

En contraste, las noticias de la Cancillería provienen más bien de supuestas conspiraciones folletinescas y comportamientos inaceptables de ámbito personal, pero de alcance institucional, así como de reclamos de derechos jubilatorios injustamente no reconocidos, asuntos que lesionan el prestigio de Torre Tagle y sobre los que tampoco se han conocido pronunciamientos. Tiempos recios, efectivamente.