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Entre la democracia y la demagogia

“En este contexto, y de no prosperar la toma por asalto de la presidencia, serán el miedo y la desconfi anza los que van a primar cuando en seis meses vayamos a las urnas a votar en las elecciones generales”.

Hace décadas que observamos atónitos la pobreza moral que ostenta la clase política de nuestro país. Después de la disolución del Congreso, donde la mayoría fujimorista y obstruccionista quiso hacer a toda costa a la señora K presidenta de la República, la nueva mayoría congresal también pareciera deberse solo a sus intereses personales o partidarios sin priorizar el bien común, ni preservar la institucionalidad de la presidencia del Perú.

Puede ser por demás decepcionante saber que el presidente Martín Vizcarra se hiciera asesorar por un personaje conocido como Richard Swing, que luce en medios avezado, mitómano y farandulero; o enterarnos de conversaciones que le grababa su asistente, dejándonos una sensación de pequeñez moral por el contenido y de absoluta orfandad en cuanto a la seguridad en las oficinas del jefe del Estado. Sin embargo, eso no debería dar lugar a la vacancia. Menos a una que se cocina en las manos del congresista de Unión por el Perú (UPP) Edgar Alarcón, quien fue destituido en el 2017 a raíz de presuntas irregularidades cuando era contralor de la República. Alarcón ingresó al Congreso con un pedido de prisión de 12 años y posteriormente la fiscal de la Nación presentó denuncias en su contra por delitos de corrupción y vínculos con “Los Temerarios del Crimen”. No es difícil imaginar entonces de dónde vienen la premura y desesperación que llevaron a Merino a llamar a las Fuerzas Armadas. Es probable que con todo esto se trate de frenar las elecciones 2021, “arreglar” las cosas para los dueños de las universidades, tapar a los “Cuellos Blancos” y a los vinculados a Odebrecht, etc.

Mientras tanto, en medio de la precariedad con la que enfrentamos esta pandemia, las brechas se acrecientan: Para las familias pobres peruanas no hay posibilidad de estudiar ni trabajar por internet porque no tienen acceso o tienen pésima señal. Para las mujeres, el encierro significa menos posibilidades de denunciar violencia doméstica. Cuando dos de cada tres peruanos han perdido el empleo o han visto reducidos sus ingresos, los “ninis”, aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan, hoy tienen menos posibilidades que nunca. Para los enfermos de Covid-19 de bajos recursos, que mueren por miles, el drama es tener acceso solamente al defi ciente sistema comunitario de salud.

En este contexto, y de no prosperar la toma por asalto de la presidencia, serán el miedo y la desconfianza los que van a primar cuando en seis meses vayamos a las urnas a votar en las elecciones generales; sobre todo en nuestros jóvenes y en las personas vulnerables. La lucha será entonces entre quienes propongan ideas y programas de desarrollo claros y coherentes y los que apelarán a entregarle dádivas a los votantes (¿táperes?, ¿les suena conocido?) y a ofrecer de todo y a cualquier precio. Confirma esta tendencia el populismo que venimos observando en el Congreso en todos los partidos políticos, con excepción de la bancada morada y en ocasiones del Frepap. Debemos estar por tanto conscientes de que lo que se viene en términos electorales, hasta abril del 2021, va a ser una lucha entre la democracia y la demagogia: entre la visión de un futuro de largo plazo que debiera contener las reformas estructurales que necesita a gritos el país y el facilismo del populismo cortoplacista donde suelen anidarse los detractores de la decencia y las mafias. Total, para algunos políticos “hay plata como cancha”.

merino congreso

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La República

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