En Hora Zero dijimos que nos han dado una catástrofe para poetizarla y era el Perú de 1970. Y 50 años luego, el canto cobra vigencia, pero el país es el mismo. Y Hugo Neira escribía sobre los poetas. Tiene razón, tienen ojos de ver y corazón de cerebro. Y recuerda el Trilce de Vallejo, hace un alto en Martín Adán, explica a Salazar Bondy y se tuesta en el Puerto Supe de Blanca Varela.
Entiende el poema como un tierno eructo de la ira. Y dice con Scorza: ‘¡Ay, Perú, patria tristísima!’ Y entre otros insiste: “Desde Hora Zero hubo una pasión desoladora por decirnos la verdad. Nadie es feliz”. Y descree de abogados y economistas. Y dice que los poemas nos ponen en las narices el malestar y el declive de la sociedad, la nación y el Estado.
Preciso Neira. Trae a cuento otro desaliento. La encuesta del IEP de agosto. Aquella que dice que el 55 % de los entrevistados ahora no trabajan y su situación se empeoró. Y eso no es poesía. Es hambre. Hambre en los niveles socioeconómico D y E, los más afectados. ¿Los de la Confiep? Ellos la pasan bien.
Estas cifras demuestran que la pandemia incrementó la desigualdad, la pobreza y muestra con excesiva crudeza la verdadera realidad social en el país. Y se puede escribir un poema sobre las miserias. Mejor, si no me pongo a llorar.
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