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Defensa de la OEA y la CIDH

“No era necesario optar entre el Consejo Interamericano de Defensa, exuberancia fosilizada de la Guerra Fría, y el Consejo de Defensa Suramericano, albergado en el Perú”.

Es evidente que, para América Latina, las relaciones con los Estados Unidos y el sistema interamericano son (y seguirán siendo en el largo plazo) muy relevantes. Ojo: Sistema Interamericano, no sistema hemisférico. Decir que América es “hemis-ferio”, literalmente mitad de la esfera, significa que Europa, África, Asia y Oceanía juntas son la otra mitad: un abuso lingüístico, geográfico y conceptual. Peor aún es hemisferio “occidental”, que arroja Europa al Oriente.

Lo cierto es que nos interesa mucho el diálogo permanente y multidimensional con los EE. UU.. Es obvio: el poderío de los EE. UU. declina, pero no al punto de dejar de ser un protagonista de gran peso.

Claro está, las instituciones interamericanas no deben considerarse excluyentes de otras iniciativas. Por ejemplo, no era necesario optar entre el Consejo Interamericano de Defensa, exuberancia fosilizada de la Guerra Fría, y el Consejo de Defensa Suramericano, albergado en el Perú, cuya sola existencia era suficiente para que Claver Carone gestionara, con éxito, la desactivación de UNASUR. Desactivación orientada a resucitar nada menos que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que estaba celosamente depositado en el museo arqueológico de la prehistoria.

La expresión política de las relaciones interamericanas es la Organización de Estados Americanos: una frondosa estructura burocrática, cuyos servicios principales han sido la protección ofrecida por la Corte y la Comisión de Derechos Humanos (CIDH) y las Misiones de Observación Electoral (MOE). Debilitar y corroer la CIDH y las MOE es un flaquísimo servicio a América Latina. Y, por supuesto a los EE. UU..

Sin embargo, el Secretario General de la OEA parece creer que su tarea es la de enterrar a la Organización. Belicoso enemigo del consenso, deslegitimó a las Misiones de Observación Electoral, con un desempeño absolutamente turbio y sesgado en Bolivia. Y ahora la emprende contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Se niega a renovar el contrato del Secretario Ejecutivo de la Comisión, el brasileño Paulo Abrao, reelegido por la unanimidad de sus miembros, en ejercicio de su autonomía. El argumento de Almagro es que Abrao tiene en su contra más de sesenta denuncias diversas, las que, sin duda, deben ser investigadas.

Pero es obvio que detrás de esta negativa a recontratarlo pende la Espada de Damocles de la neutralización de la Comisión, la que es crucial justamente ahora, frente a las recientes violaciones de los derechos humanos en Brasil. Bolivia, EE. UU. y Venezuela.

Una OEA desprovista del cemento del consenso, con las Misiones de Observación Electoral desacreditadas y con una CIDH silenciada, es todo lo contrario de lo que América Latina y los Estados Unidos necesitan.

Pero esa es la política de destrucción de todo ente multilateral que practica el Presidente Trump. Una política que resulta muy clara también en el propósito de instrumentalizar el BID con fines partidarios, lo que lleva a amputarle eficacia y condenarlo a la impotencia. Los chinos deben andar más que ñatos de la risa.

Hay que defender al BID, a la OEA y a la CIDH.

Rafael Roncagliolo

Cara al futuro

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.


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