Teóricos de la comunicación han concluido en más de una oportunidad que ésta, prácticamente, se superpone a la política, es decir, que hacer comunicación es hacer política y viceversa. La construcción de percepciones a través del uso de la narrativa para lograr un cambio de comportamiento –sea a través de la televisión, el teatro o un discurso en el Congreso– resulta una fórmula que bien sirve para ganar votos, apoyar iniciativas de políticas públicas, adoptar el hábito del lavado de manos o ir aprendiendo como sociedad, a través de diversas generaciones, qué es ser peruano.
El problema es que la comunicación, como materia, siempre ha estado relegada –tanto en el espacio público como privado–, a niveles de soporte operativo cuando su posición natural es mucho más elevada, dado su carácter estratégico. En la coyuntura actual se reconoce que su rol es vital para lograr el cambio de comportamiento de la población para la adopción de hábitos que eviten el contagio del coronavirus. Pero la comunicación es más que eso.
Desde una mirada macro, la comunicación lo que debe lograr, en el tiempo, es un cambio de paradigma. Plantear un propósito de nación e ir construyendo ladrillo a ladrillo la cosmovisión que queremos lograr para que todos los frentes del Estado se alineen y lo materialicen en instituciones y políticas concretas es el primer paso.
Para ello debemos echar mano de todos los recursos posibles, principalmente, las industrias culturales, pues son las que insertan a través de la televisión, la radio, las redes sociales, la literatura, el cine, el teatro, la danza o las artes plásticas aquella idea de lo que somos o queremos ser. A eso se debe sumar el conocimiento profundo de la historia que hemos construido no solo en los últimos 200 años, sino desde mucho antes, para entender mejor nuestros orígenes diversos.
Asimismo, la comunicación es omnipresente. No se puede pretender hacer comunicación de manera vertical o unidireccional. De ahí los fallidos intentos de meter la peruanidad en un bus que va a Nebraska o reducirla a Los Incas. El Perú es mucho más que eso y la comunicación social, aquella que nace de la ciudadanía, nos lo hace notar con las diversas manifestaciones de nuestra cultura urbana o tradicional que se confrontan a la visión oficial. El choque de ambas visiones es el Perú y para ello es necesario reorganizar la comunicación conciliando a los diversos actores, tanto públicos como privados.
Los modelos más exitosos a nivel mundial y regional han elevado a la comunicación, las industrias culturales y las tecnologías de la información a lo más alto en la toma de decisiones, dado el peso fundamental en el diseño de políticas nacionales para la construcción de una identidad reconocible. Ese es el propósito al que todos los comunicadores deberíamos querer llegar.
Pd. Me despido hoy de este espacio tan entrañable que me ha brindado La República y al que espero volver en algún momento. Solo será un hasta luego.
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