Precio del dólar hoy, 23 de abril

Juego oscuro

Las razones no son convincentes.

Un Congreso de espaldas a la pandemia y a la crisis económica resolvió hace unas horas no otorgar la confianza al gabinete presidido por Pedro Cateriano. Con solo 37 votos a favor, 54 en contra y 34 abstenciones, los legisladores rehusaron colaborar con la formación de un nuevo equipo de gobierno que el país requería con urgencia sea habilitado.

Las razones expuestas no son convincentes. Es cierto que es una facultad parlamentaria aceptar o negar la confianza a un gabinete para que entre en funciones. No obstante, en las horas que duró el debate no se presentó una idea alternativa desde el hemiciclo que sea superior a las expresadas por el Ejecutivo. Al contrario, varias versiones confiables indican que desde la presidencia del Congreso se pretendió condicionar el voto de confianza a la salida del ministro de Educación del gabinete para quebrar la aplicación de la Ley Universitaria.

El momento difícil que se ha producido, una crisis política y tensión de poderes en medio de crisis mayores, grafica el extravío de una parte del liderazgo nacional respecto a las urgencias de los peruanos. Ha hecho bien el presidente de la República, quien al responder a la actitud del Congreso ha señalado que la reforma universitaria “no se negocia”.

Según el jefe del Estado, “el cálculo político, que no busca el bienestar de la población, no será aceptado”, en tanto que “los acomodos bajo intereses particulares no nos harán retroceder”. Es cierto que el Parlamento le ha negado la confianza a un gabinete renovado que ha promovido el diálogo, como anota el presidente. A cambio de esa decisión, el Congreso no ha entregado expresiones que no sean de mayor encono y disposición a la batalla.

En los próximos días, el presidente deberá designar un nuevo gabinete que realice el mismo recorrido al Congreso para una nueva sesión de confianza. Esta designación no puede realizarse desde la revancha, y apuesta a un nuevo ciclo de tensiones, sino a partir de la seguridad de que el país necesita un equipo cierto y en disposición de trabajo. En el mismo sentido, sería conveniente que desde el Parlamento cesen las presiones en favor de intereses pequeños y más aún mezquinos.

El Perú está perdiendo horas de trabajo y prosperidad. Cada desencuentro menudo o juego de carta bajo la mesa representa vidas que se pierden, empleos que se dejan de recuperar y un aumento de pesar para las familias, especialmente las más vulnerables. El poder no se puede batir en un duelo insensible, existiendo tanto dolor a su alrededor.