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Julio de 1820

"Después de proclamada la Independencia, las profundas fracturas contenidas en nuestra sociedad marcarán el destino del país en las décadas siguientes".

Por: Pilar Ortiz de Zevallos

En julio de 1820, el Virreinato peruano se encontraba en una etapa de zozobra. El gobierno español, al mando del virrey Pezuela, se veía amenazado por la fuerte corriente independentista que venía del sur. El Virreinato de Río de la Plata (que abarcaba los territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay, partes de Bolivia, Chile y Brasil) había dejado de existir en 1816 y la Capitanía General de Chile había conseguido su independencia en 1818.

En Europa, el rey Fernando VII enfrentaba una crisis de gobierno con su política absolutista y despótica. Su actitud hostil hacia los criollos en las colonias y a todo aquel que defendiera las ideas liberales, creó un clima de profundo rechazo hacía el gobierno español que repercutió a favor de los sentimientos emancipadores americanos.

En nuestro territorio, la corriente a favor de la Independencia enfrentaba el peso simbólico y real de la corona española. El Virreinato peruano había sido durante tres siglos el centro del poder español, además de contar con el mayor ejército realista de América del Sur.

Sin embargo, el deseo de lograr la Independencia de España impulsó la unión de voluntades en la América Hispana. La gesta emancipadora, emprendida por patriotas guiados por distintas motivaciones, se logró por un anhelo compartido.

Así fue que, los que abrigaban ideales republicanos, los que deseaban un gobierno autónomo dentro de un modelo monárquico, los que lucharon desde su descontento con las reformas borbónicas, así como los deseosos de ampliar sus transacciones comerciales, se alinearon para conseguir la victoria. Después de proclamada la Independencia, las profundas fracturas contenidas en nuestra sociedad marcarán el destino del país en las décadas siguientes.

Hoy puede resultar inspirador el consenso que logramos en 1820-1821. Sin embargo, frente a las deficiencias no resueltas a lo largo de la República, el poeta responde “¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

La República

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