¡Ay, mi San Lorenzo! (recuerdos santos en medio de la pandemia)

“No es peruano, pero en Marca (Recuay, Áncash) lo quieren y veneran como si fuese marquino, de sombrerito de paja y eterna sonrisa. Algunos afirman que el milagro máximo de su patrono está bajo tierra. Cuentan que los 10 de agosto, de 10 a 12 del día, escarban el campo y encuentran la raíz de la verbena (planta típica del lugar) convertida en carbón. En esa fecha y a la hora indicada, San Lorenzo luce una capa nueva y los cuatro altares o capillas, ubicados en la plaza, están siendo visitados por el capitán, sus pajes, el inca y sus acompañantes.

Después de la misa del 11 de agosto y siguiendo el protocolo, las mujeres del Inca, el general Rumiñahui y el mismo soberano danzarán la cuadrilla junto al trío de conquistadores. Habrá armonía entre los bailarines y el inca intentará convencer a Francisco Pizarro para que no lo mate. Compartirán chicha de jora y las pallas, de voz lastimera e impresionante vestuario, sonreirán a cada rato. La comunicación musical será perfecta, pero nada hará cambiar el libreto.

Cuando llegue la tarde y el juego con los toros finalice, los españoles avanzarán para capturar al inca. Las espadas de los conquistadores rodearán su cuello y no habrá rescate que valga.

Simularán cortarle la cabeza (aunque Atahualpa realmente haya muerto por la pena del garrote). Los marquinos respetarán su memoria. El inca ha muerto, repetirán entonces, pero el final del capítulo no será el llanto sino el eterno baile del líder que recupera la vida y continúa danzando.