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Reordenando las fichas

“Con todas las dificultades que la UE afronta hoy, los valores e intereses que encarna son esencialmente convergentes con los de nuestra región y eso no es deleznable”.

Ha ocurrido otras veces. Luego de las grandes crisis globales del siglo pasado, se reordenaron las fichas y las reglas internacionales. Mal, luego del tratado de Versalles y lo que siguió a la primera guerra mundial. Otras veces, con un nuevo y más duradero multilateralismo político y financiero, después de la segunda guerra mundial.

Estamos ahora en tiempos en los que, de nuevo, se reordenan las fichas. Como si se hubiera presionado fast forward, convergen velozmente varios procesos en los que tres cosas: 1) los efectos brutales de la pandemia en el aumento global de la pobreza y el desempleo; 2) crisis del multilateralismo, afectando instituciones globales y regionales, incluso la modélica Unión Europea; 3) tensión ascendente entre EE.UU. y la China, una nueva “guerra fría” con eje en la economía, el comercio y la tecnología.

Para el Perú y América Latina, este momento es decisivo, pero a la vez difícil, pues prevalece la dispersión. Ni la feroz pandemia, la crisis multilateral, la ofensiva de Trump para arrebatar la presidencia del BID o la tensión sino-estadounidense, generan iniciativas o, siquiera, reacciones regionales de peso. Esto es muy grave, reduce casi a la nada una ruta de coordinación regional y nos deja como fichas a ser usadas en proyectos o ejercicios de poder global que nos son ajenos.

Como lo señalé en esta misma página, hay que “renovar las interacciones entre los países de la región con una estrategia, primero, de lazos renovados de integración –que hoy languidecen– y, segundo, no alineamiento activo frente a las tensiones entre los gigantes del mundo, con apertura pragmática a las diferentes fuentes financieras y de inversión” (LR 16/7). Esto plantea tres retos.

Primero, reinventar la cooperación/integración latinoamericana frente al demoledor impacto económico y social de la pandemia en desigualdad y pobreza. Superar la proliferación de siglas e instancias que no han mostrado capacidad de reacción –por ejemplo, la Alianza del Pacífico, que parecería disuelta, o una Prosur completamente inoperante– y apuntar a resultados concretos. En esencia, poner ya en la agenda la vertebración comercial, financiera y de inversión intrarregional, así como la acción concertada en instituciones financieras internacionales (BID incluido). Otra: ¿alguna concertación para lo de la vacuna?

Segundo, no alineamiento activo. Desde esta Latinoamérica fragmentada, pero urgida de articulación, y resistirse a la pretensión de que la región se alinee con cualquiera del par antagónico (EE.UU./China). Nuestro interés: relaciones comerciales y de inversión fluida con China y EE.UU. Además, acción regional concertada –hoy reducida casi a cero– en los grandes foros globales (ONU, en particular) y también en el alicaído interamericano de la OEA. Temas centrales: medio ambiente, derechos humanos y estabilidad en ciertas reglas internacionales.

Tercero, fuera de América Latina, alianza con potencias intermedias que construyen su propio “no alineamiento”. Centralmente, la Unión Europea y sus dos países claves, Alemania y Francia. Con todas las dificultades que la UE afronta hoy, los valores e intereses que encarna son esencialmente convergentes con los de nuestra región y eso no es deleznable.

La República

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