El masaje presidencial de este 28

Habiendo tenido sus dos primeros mensajes de fiestas patrias desde el Congreso, anuncios que rediseñaban el mapa político –referéndum constitucional en 2018, y adelanto electoral en 2019–, el de este año 2020 de la pandemia del presidente Martín Vizcarra no debiera traer sorpresas, pues lo dramático de la circunstancia reduce el espacio para la creatividad.

El mensaje debiera empezar refiriéndose a la pandemia, con un balance de lo hecho para contenerla, con los aciertos –que los hay–, y con autocrítica por los errores, que también existen.

Además, es crucial que el presidente explique lo que el gobierno está haciendo para que el lugar del Perú para obtener la vacuna no esté entre los últimos, para lo cual es importante la decisión de que sea la cancillería –en vez del ministerio de salud– el responsable de liderar las gestiones.

Segundo, el mensaje debe ocuparse de la reconstrucción de una economía que ha retrocedido en cinco meses una década en indicadores claves como pobreza, empleo y solidez empresarial. La ayuda a familias y empresas para cruzar el río de la pandemia es clave.

Al respecto, es muy importante el nuevo talante del gobierno con el gabinete Cateriano para acelerar la inversión pública así como la privada, frente al desdén que le tenía el expremier Vicente Zeballos, propio del prejuicio de un sector mayoritario de la izquierda que reclama los beneficios sociales de la inversión, pero se dedica a obstruirla.

Tercero, el mensaje debe asegurar el soporte para una elección transparente y el apoyo para una transferencia ordenada a quien gane la votación.

Lo anterior implica diálogo, pero también una confrontación, si es necesario, para que ese mercado persa llamado congreso no malogre la elección con normas con nombre propio, y no siga destruyendo la perspectiva económica también con normas con nombre propio. Al respecto, el respaldo a la anticorrupción también es clave.

Finalmente, pero no por ello menos importante, hoy es clave que el mensaje presidencial sea un masaje al alicaído espíritu nacional, mediante la recuperación de la ilusión mellada de que el mañana será, a costa de un gran esfuerzo de todos, mejor para el Perú y para sus ciudadanos. ¡Feliz 28!

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