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Posverdad

El componente que se agrega hoy en un mundo conectado a tiempo real es que las mentiras más grotescas se propalen en los medios de comunicación y redes sociales sin límite y a gran escala.

La posverdad, que como término surge alrededor del 2010 se consolida para muchos con una serie de eventos vinculados a las elecciones que perdió Hilary Clinton y ganó Donald Trump en Estados Unidos, al Brexit de Gran Bretaña o al Acuerdo de Paz que firmó Colombia con la guerrilla, por nombrar los más impactantes del 2016.

La verdad de la posverdad es que existe en la historia de la humanidad casi desde siempre. Es la distorsión deliberada de los hechos o su completa eliminación, para colocarlos como dudosos o falsos en el imaginario de la gente; y por el contrario, enarbolar flagrantes mentiras como verdades absolutas, que han llevado a desencadenar sangrientas guerras, crímenes y grandes conspiraciones.

El componente que se agrega hoy en un mundo conectado a tiempo real es que las mentiras más grotescas se propalen en los medios de comunicación y redes sociales sin límite y a gran escala.

A inicios de este siglo quedará como emblemático hecho de posverdad la vinculación de Irak con Al Qaeda y la fabricación de armas nucleares justificando la invasión de Estados Unidos y la brutal destrucción de parte de su legado histórico, para que posteriormente y de manera irónica adiestraran a los iraquíes a preservar su patrimonio artístico.

Tres siglos antes, Leopoldo II de Bélgica logró que lo consideraran un benefactor en contra de la esclavitud y le dieran como presente el territorio del Congo para desarrollar en ese país uno de los sistemas más nefastos y abominables de dominación y abuso contra los seres humanos.

El MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) en el 2018 propaló un informe en el que se concluye que las noticias falsas tienen un 70% más de posibilidades de ser difundidas y de tener mayor impacto. Las razones de este supuesto éxito serían la novedad y la sorpresa que causan en la gente, a la cual parece que le importa mucho más las emociones que le genera una noticia determinada que los hechos en sí mismos, primando el morbo y la escasa vocación ética.

Pero también se mueven intereses económicos detrás. Ya decía Yuval Harari que de lo que tenemos que cuidarnos los ciudadanos del siglo XXI es que nos hackeen a nosotros mismos. Muchas de estas noticias falsas que atraen fuertemente a gran cantidad de personas son usadas por empresas que a través de apps (aplicaciones móviles) gratuitas lo que hacen es “cobrarse” capturando nuestros datos y aprendiendo sobre nuestros gustos y comportamientos, para luego ofrecernos productos que calcen con nuestras preferencias y necesidades.

Hoy con pesar puede observarse casi a diario en redes que circulan todo tipo de noticias con supuestos chats, declaraciones o situaciones de personajes públicos, sin corroborar su autenticidad, lo cual es una canallada. Parece que es más fácil re-enviar un tweet falso que detenerse a pensar si estaremos dañando la honra de alguna persona. Nuevamente nos enfrentamos al hecho de que la tecnología puede ser usada a favor o en contra de la ética. Depende de cada uno de nosotros no actuar como robots y darle un uso adecuado y responsable.

La República

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