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Mucho, mucho amor

Mercado logró revertirlo luego de un largo y costoso litigio, que lo dejó devastado, casi sin fuerzas para conducir sus programas y administrar su emporio.

«¿Quién es ese señor tan raro?». Recuerdo que ese fue el primer pensamiento que me cruzó la cabeza aquella tarde de los años ochenta en que, por primera vez, vi en la televisión al astrólogo Walter Mercado. Todo en él llamaba la atención: sus largas y estrafalarias túnicas con pedrerías de fantasía y hombreras imposibles, su mata de pelo batida y color zanahoria, y esos gestos y ese tono de voz que contradecían frontalmente el estereotipo del macho latino.

Es difícil encontrar a algún latinoamericano de más de cuarenta años que no conociera a este puertorriqueño que comenzó como actor de telenovelas y terminó siendo el astrólogo más famoso del mundo, conduciendo programas de televisión que alcanzaron audiencias de cerca de 120 millones de personas. Para que un personaje tan desmesurado fuera admirado, tuvieron que coincidir muchas cosas. Para comenzar, se trataba de alguien dueño de un carisma, una inteligencia, una energía y una elegancia que le permitieron articular un mensaje positivo —más que predicciones, sus lecturas del horóscopo eran verdaderas sesiones de autoayuda—, además de burlar la permanente caricaturización a la que fue sometido.

Aunque nunca habló abiertamente de su sexualidad, su aparición abrió un resquicio en un mundo bastante más estrecho que el actual. Como explica el recientemente estrenado documental «Mucho, mucho amor» —frase emblemática de Mercado—, su presencia en las pantallas del continente permitió que muchos jóvenes latinoamericanos descubrieran que no estaban solos. Esto elevó a Walter Mercado a la categoría de ídolo LGTBI, estatus que mantuvo incluso cuando desapareció abruptamente de la televisión.

Este retiro fue empujado por una amarga disputa con su manager que, aprovechando su poca preocupación por las formalidades empresariales y jurídicas, le hizo firmar un contrato leonino, por el que le cedía a perpetuidad todos los derechos sobre su imagen y su nombre. Mercado logró revertirlo luego de un largo y costoso litigio, que lo dejó devastado, casi sin fuerzas para conducir sus programas y administrar su emporio.

Pero, al parecer, tomó la decisión de desaparecer del ojo público porque así evitaba el largo y triste espectáculo de su decadencia física en pantallas. En lugar de envejecer a vista de su público, Walter Mercado prefirió hacerlo discretamente, cuidado por su asistente personal, ingiriendo exorbitantes dosis de suplementos vitamínicos, en una casa de Puerto Rico convertida en un verdadero museo del kitsch, con armarios saturados de túnicas de todos los colores, cajones rebosantes de bisutería, paredes forradas con retratos esotéricos, salones de muebles, adornos y estatuas apiñados y extravagantes.

El destino quiso que, en 2019, el History Miami Museum ofreciera un homenaje por los cincuenta años de carrera de Walter Mercado, donde presentó una retrospectiva de sus atuendos, recuerdos y enseres. Fue una reaparición por todo lo alto de un Mercado que, a los 87 años, volvió a ser entrevistado por los canales latinos y recuperó el centro de la atención. Consciente de su elevación a la categoría de ícono pop, solo tres meses después moriría de una insuficiencia renal.

Raúl Tola

El diario negro

Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.