ONP, mayo 2024: cronograma de pagos

Sobre vivir para poder sobrevivir

Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.

El leve entusiasmo por el fin de la cuarentena y el retorno atropellado a un poco de esa vieja normalidad que hoy muchos añoran –olvidando sus grandes problemas–, apostando por un neoconservadurismo del tipo todo tiempo pasado fue mejor, puede estrellarse con el riesgo que asoma de un cambio de tendencia por el aumento de los contagiados en la última semana.

Las calles del país parecen hoy escenas de película futurista, con gente que, además de mascarilla, lleva atuendos extraños para protegerse del virus, y que seguro observa las aglomeraciones que también ocurren con pena por los que van a morir.

Algunos negocios abren y otros esperan el permiso, mientras el gobierno observa indicadores que apuntan a la recuperación ya que en agosto la economía funcionaría al 100%.

Son buenas noticias, pero que coinciden con las no tan buenas de que, tras el fin de la cuarentena, tampoco nos cuidamos bien, como al inicio, y se asoma algo que no sería rebrote del contagio, pues acá aún terminó el brote, y que podría demoler la ilusión del nuevo amanecer tras la fase oscura de la peor pandemia de la historia peruana.

Advierte la ex ministra Patricia García que “no estamos preparados para una segunda ola, hemos llegado a nuestro límite”. Aunque tampoco estábamos listos para la primera.

Tras una larga cuarentena, el país debe prepararse –hasta mentalmente– para el riesgo de, como en otros países, la frustración de reiniciarla con el mismo rigor, con todo lo que eso implica de gente que muere, que se queda sin trabajo, a quienes sucumben las ilusiones. Tras 35 mil muertes y una economía de perspectiva que ya es muy mala para este año, eso sería llover sobre mojado.

Lo peor aún no ha pasado, y aunque ya van saliendo los primeros libros sobre nuestra pandemia, cuando se escriba la historia del COVID-19 en el Perú, lo visto hasta ahora solo serán los capítulos iniciales de un país en el que sus ciudadanos empezaron el 2020 con planes que debieron transformarse en un proceso de aprendizaje –de prueba y error– sobre vivir para poder sobrevivir. Pálidos pero serenos, como decía Enrique Zileri. Entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, como decía Antonio Gramsci.

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