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Las desaparecidas

Centenares de mujeres no son buscadas por el Estado.

La Defensoría del Pueblo ha reportado que entre enero y junio de este año han desaparecido 2.457 mujeres, de las cuales 737 son adultas y 1.720 menores de edad, a un ritmo de 14 desapariciones por cada día.

Los datos revisten los estándares de una pandemia contra las mujeres, agregado a otros hechos como la violencia familiar. Solo durante la cuarentena, en la que se suponía hasta ahora que los índices delictivos habían caído fuertemente, más de 1.100 mujeres han desaparecido. Solo en junio, 107 mujeres adultas fueron reportadas como desaparecidas, con Lima, Lambayeque, Arequipa y Piura con más incidencia de casos.

El problema se agrava porque la emergencia ha generado la parálisis de buena parte de las investigaciones, un hecho que se añade a los tradicionales problemas de la renuencia policial respecto a la violencia contra las mujeres. Dicho de otro modo, centenares de desaparecidas no son objeto de búsqueda en este momento.

El dónde están ahora lleva a conjeturas diversas, aun cuando los antecedentes señalan que las posibilidades se sitúan en la trata de personas, el retiro violento de menores por parte de uno de sus padres sin autorización del otro, y el asesinato con la víctima aún no ubicada. Es común que la primera respuesta oficial sea que la desaparecida ha huido con un hombre. No obstante, debe recordarse otro dato muy grave: en el primer semestre de este año se cometieron 65 feminicidios, 124 tentativas de feminicidio y 31 muertes violentas de mujeres.

Es igualmente grave la reacción de los organismos del Estado a cargo de las investigaciones. En la mayoría de casos, la búsqueda corre por cuenta de los familiares, generalmente pobres que además de las restricciones propias de la pandemia carecen de recursos para trasladarse. El Estado, preso del inmovilismo, lleno de consignas vacías por parte del ministerio respectivo, somete a los familiares de las desaparecidas a una revictimización diaria y la recreación de la tragedia.

Debe producirse un punto de quiebre en esta dramática e indignante situación. Se precisa que los ministerios de la Mujer e Interior conviertan este asunto en uno de alta prioridad y visibilicen a las víctimas. Necesitamos saber las circunstancias en que desaparecieron y el detalle de las investigaciones. No puede ser solo una estadística policial.

Si sumamos las cifras en ascenso con las de los años anteriores, el Perú tiene uno de los registros más altos de desaparecidas. Es urgente cortar esa racha mortal. Queremos saber dónde están, y las queremos de vuelta.