La vacuna no será fácil

Nos vamos acercando a las fechas de aparición de una vacuna contra la Covid-19. Los laboratorios más o menos coinciden en ubicarlas entre fines de este año y comienzos del próximo. Mientras tanto avanzan con las pruebas masivas en humanos, y se preparan de antemano para la producción a gran escala.

Asumamos, entonces, que la vacuna estará disponible en estos plazos. Pero para países como el Perú el desafío en ese momento será cómo conseguirla lo antes posible en cantidades suficientes. Las decisiones estarán en manos de los países que la desarrollaron, y los criterios de distribución no han aparecido todavía.

El Perú también está haciendo esfuerzos para alcanzar una vacuna. Pero con buen criterio, el gobierno ha formado un Comando Vacuna para también competir por obtenerla en el exterior. Una tarea que exigirá información, agilidad para la negociación comercial, y seguramente una buena dosis de diplomacia.

Las cifras de producción que circulan sugieren que habrá una cola, y que puede ser lenta, con los países productores en los primeros puestos, y muchos de los demás en una angustiosa espera. Los 100 millones de vacunas anuales que promete China, por ejemplo, se irán en el consumo de su propia población.

Probablemente no habrá una sola cola. Se habla de un reparto humanitario por el mundo, lo cual está siendo entendido como gratuito. Pero es obvio que una parte de esa producción va a costar, y allí el acceso a la vacuna dependerá de los recursos de cada país o persona. Incluso es probable que aparezca un riesgoso mercado negro.

La aparición de personas ya vacunadas en diversos puntos del globo va a ser un sacudón psicológico para los todavía no vacunados. Para bien y para mal, toda la relación con el virus se va a relativizar en el caso de estos últimos. Una inmunidad efectiva inevitablemente empezará a definir una forma distinta de conducirse socialmente. Una complicación en sí.

Conducta distinta a medias, quizás. Pues el virus derrotado va a dejar serias lecciones, y un clima de presentimiento que tardará muchísimo en disiparse. Además quedarán los efectos económicos, como un recordatorio de la fragilidad del ordenamiento mundial. La nueva pregunta será ¿hasta cuándo nos seguiremos vacunando?