Voluble popularidad

Una caída de Martín Vizcarra como la de la encuesta Datum esta semana era previsible, y vendrán más. El nuevo 65% de aprobación presidencial no es el 80% de otros tiempos, pero no está mal. Quizás lo consuele un poco ver que todo el elenco político del país está cayendo, y que nadie sube en el aprecio del público.

Algunos consideran que decisiones como la de cuadrar a las clínicas privadas mejorarán la aprobación presidencial, algo que recién se sabrá más adelante. Pero la tendencia decreciente a partir del 80% que marcó el cierre del Congreso es clara. Al mismo tiempo los plazos son demasiado cortos como para llegar a una impopularidad firme.

Los puntos perdidos por Vizcarra pueden ser vistos como un balance de su gestión a la fecha. También como una señal del ingreso de la opinión pública a una etapa de menos concesiones a la urgencia de la situación. Es distinto ser una potencial víctima del virus que ser una efectiva víctima de la crisis económica.

Por lo tanto quizás el presidente pierde su tiempo si, como sostienen algunos, su gestión está orientada a mantener, o incluso recuperar, popularidad. El desgaste político causado por la economía simplemente no lo va a permitir. Además a partir de un momento la campaña electoral va a poner sobre la mesa otras popularidades.

Sin embargo una cosa es la aprobación y otra la imagen de estar actuando correctamente en el cargo. Una medida impopular, como la cuarentena una vez que se volvió tan larga, puede costar puntos en las encuestas, pero levantarla antes de tiempo hubiera sido visto como una frivolidad política. Es la diferencia entre impopularidad y descrédito.

Luego está esa caída general de aprobación que presenta Datum para todo el gremio político. Esto parece más profundo que darle o quitarle likes a un determinado personaje. No es difícil verlo como el eco del generalizado disgusto ciudadano con las elecciones de comienzos de este 2020. O la sombra de un “que se vayan todos” apuntando en el horizonte.

Todos en este caso quiere decir que en esta caída unánime es que no está llevando agua a los molinos de nadie. ¿Las campañas electorales cambiarán eso? En cualquier caso, todavía no lo están haciendo.