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Oposición cerrada

El virus empieza a aflojar y las mediciones dentro y fuera del país están reconociendo reducciones significativas.

Todo momento es bueno para una embestida contra el gobierno, o así parecen pensar los opositores más cerrados. En lo peor de la pandemia algunos de ellos criticaron la debilidad del sistema estatal de salud y los efectos económicos de una cuarentena considerada demasiado radical. Desde entonces algunos argumentos han cambiado.

Es verdad que el gobierno se ha manejado aprendiendo por prueba y error, como muchos otros en el mundo. Lo ha hecho acompañado de consejeros oficiosos de todo tipo, y comprensiblemente ha preferido cometer sus propios errores que los ajenos. Por eso parecen haber muchas más críticas a lo que se pudo hacer que a lo que se hizo.

A medida que el virus avanzaba y la economía retrocedía los opositores fueron armando la versión de un gobierno ineficaz, la cual sin embargo no ha llegado a calar en la opinión pública. No hay explicación para esto último todavía, pero algo tiene que ver con la resistencia a cambiar de caballo (es decir de estrategia) en pleno cruce del río pandémico.

El virus empieza a aflojar y las mediciones dentro y fuera del país están reconociendo reducciones significativas. Pero esto no tiene demasiado interés para los opositores cerrados, ahora dedicados a la estela de problemas que 100 días de confinamiento local y una crisis mundial nos vienen dejando en herencia como tarea.

En los sectores duros la narrativa del gobierno ineficaz se mantiene, pero ahora salpimentada con nuevos argumentos: intención izquierdista radical, mala fe contra el sector empresarial, deslizamiento hacia el autoritarismo, agotamiento de la capacidad de gestión. La lista es más larga, no por ello más convincente.

Es inevitable, y propio de una democracia, incluso en tiempos de crisis, que haya críticas fuertes al gobierno. Muchas de las que circulan son razonables, y atendibles. Lo que parece fuera de foco es el coro de quienes se han lanzado a la demolición sin demostración. Por ejemplo, que el Perú está perdiendo en una carrera mundial contra el virus.

La alta aprobación del gobierno, y del Estado en general, es un efecto casi automático de la crisis misma. Pero también es producto de que la ciudadanía es capaz de hacerse una cierta composición de lugar. No todo el que piensa diferente de nosotros necesariamente está equivocado.

La República

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