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Partidos con fuerza falsa

"El voto preferencial llegó hace unos decenios, supuestamente para moderar el peso de las cúpulas de los partidos. En los hechos los debilitó hasta convertir a la mayoría en vientres de alquiler".

El voto preferencial llegó hace unos decenios, supuestamente para moderar el peso de las cúpulas de los partidos. En los hechos los debilitó hasta convertir a la mayoría en vientres de alquiler. Las cúpulas (a veces simples propietarios) siguen decidiendo quiénes figuran en sus listas parlamentarias, ahora con criterio más pragmático que principista.

El gran argumento a favor fue que los votantes deciden el orden de llegada de los candidatos. Pero el gran argumento en contra es que ese voto tiende a ser decidido por los recursos, sobre todo económicos, de los candidatos en campaña. Se crea de este modo dos categorías de candidatos en todo el proceso electoral.

Así, invitados prósperos se saltan a la garrocha toda consideración partidaria. Apariciones inconsultas con las bases, tardías y rara vez fiscalizadas, decididas entre cacicazgos locales, con plena conciencia de no deberle su curul al partido que los sumó a su lista. Preferenciales en todo el sentido de la palabra.

A pesar de los problemas que el sistema ha causado en los Congresos, ha resultado imposible desprenderse de él, como hemos vuelto a ver. Las mismas cúpulas a las que este preferencialismo debía quitar poder lo han defendido con uñas y dientes en cada oportunidad. El poder se lo ha quitado más bien a los militantes del partido.

Otro motivo de la supervivencia del voto preferencial en el Congreso es la cantidad de parlamentarios influyentes que le deben su presencia en el hemiciclo. Muchos partidos ya son puros membretes, cáscaras vacías por las que transitan los practicantes de la política al paso, es decir la política de los intereses particulares.

A estas alturas está claro que la eliminación del voto preferencial es una reforma clave, no la única, para que esta democracia recupere la institución partidaria tan venida a menos. Directivas sin real poder de decisión, en las elecciones o después, son directivas con un pobre sentido de la responsabilidad.

Los congresistas que pertenecen al partido por el que se presentaron son una minoría, y también eso está en la raíz de la inestabilidad de las bancadas. Suelen declarar sin empacho que su curul solo se la deben a sus votos. Rara vez precisan a qué le deben los votos mismos.

La República

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