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La nación resiliente

"No cabe duda de que el camino a seguir desde el Estado es el establecimiento de un modelo de bienestar, lo que implica incrementar la inversión pública en los sectores esenciales como salud y educación para volverlos un derecho universal".

El sistema fundamental por excelencia, que define todo lo demás, es el sistema político. El problema en el Perú es que la economía dominó lo político, prácticamente desde su nacimiento. Cuando pasa eso, se llega al extremo de darle un precio a la vida, situación por la que siempre hemos pasado, pero que ahora vemos con mayor claridad al necesitar una cama de UCI.

No cabe duda de que el camino a seguir desde el Estado es el establecimiento de un modelo de bienestar, lo que implica incrementar la inversión pública en los sectores esenciales como salud y educación para volverlos un derecho universal, resolviendo al mismo tiempo los propios aspectos productivos, pues gracias a ello se fortalecería la PEA para asegurar el crecimiento del bendito PBI.

Pero, sobre todo, el modelo de bienestar generaría lo que Gonzalo Portocarrero definiera como un sano narcisismo colectivo, es decir, se construiría nación y el orgullo de pertenencia, ese amor propio tan deteriorado por estos días, lo que nunca va a ser posible bajo la lógica neoliberal, que incentiva el individualismo y alienta más bien las diferencias, enterrado los paradigmas integradores.

Por su parte, la ciudadanía tiene también el rol de ejercer sus derechos y cumplir con sus deberes a través de la movilización social, pero si la industria de medios la satura con una agenda impuesta por intereses particulares para asegurar el consumo, la construcción de nación se sigue postergando frente al caso Richard Swing o ‘Esto es guerra’. Por ello el arte, las industrias culturales y los medios de comunicación también tienen un rol fundamental.

El Estado entonces debe constituir medios públicos, que aseguren la construcción de nación y eleven el debate nacional a los temas fundamentales para nuestra sobrevivencia: la reforma política −que cambie el paradigma de lo esencial y ponga el bienestar del ciudadano por delante−, y la reforma electoral −para elevar las capacidades de gestión y el nivel de nuestros gobernantes y autoridades−.

La construcción de una narrativa nacional también es una necesidad esencial y el bicentenario, en el marco de esta pandemia, aparece como la oportunidad para proponerla. Hoy mucho más que nunca, cuando nuestra precariedad es mucho más clara de lo normal, cuando la realidad nos ha dado un golpe de muerte, cuando los propios defensores del modelo han reconocido su fracaso y buscan al Estado para salvarse, ahora es el momento de dar un paso hacia atrás para encontrar nuestra esencia, impulsarnos y empezar de nuevo.

Pero ello implica una revolución, implica rebelarnos ante aquella narrativa engañosa de éxito que más bien escondía una enorme mediocridad. Citando nuevamente a Portocarrero, quizás nuestro elemento integrador sea ese espíritu de lucha permanente, eso que nos convierte en una nación resiliente.

La República

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